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martes, 6 de octubre de 2015

EL PATÁN DE LA CAMIONETA ROJA, un peligroso agresor de mujeres









Siete feminicidios se cometen al día en México. Entre 1985 y 2013 fueron asesinadas más de 44 mil mujeres en todo el país. La violencia y la militarización existentes en México, aunadas al machismo y la descomposición social, abonan a la impunidad que prevalece en torno a los crímenes de odio en contra de las mujeres.

Siempre lo digo, todas las mujeres estamos expuestas a padecer algún episodio de violencia o de abuso en cualquier momento, en cualquier lugar y a manos de cualquier agresor.


Día con día confirmamos con mucho pesar que la violencia está presente en nuestras vidas….


A la violencia no le importa si antes ya la habíamos experimentado ni la forma ni el momento en que se haya hecho presente, simplemente cuando de agresores se trata, la violencia aparece sin discriminación.


Y yo no soy la excepción… A continuación les compartiré una anécdota (por llamarla de algún modo) que nos sucedió a mi hija y a mi  hace muy poco tiempo. 


Tuvimos la desdicha de cruzarnos con un agresor, patán, bravucón, “machista”, misógino, o como quieran llamarle, simplemente se trata de un tipo de esos que abundan por el mundo y que transitan de forma peligrosa, acechando y buscando víctimas con el único fin de mostrar su prepotencia y su miseria mental y emocional. Sujetos que poseen una enorme inseguridad pero que pretenden cubrir con faltas de respeto y de civilidad contra otros; son sujetos llenos de odio, egoístas y abusivos, que creen que todo debe girar en torno a ellos mismos, sin importarles invadir el espacio y el tiempo de los demás; anulan las necesidades de los otros y vulneran los derechos de terceros…. Por supuesto, son los clásicos ejemplares que  demuestran abiertamente su odio hacia el grupo que consideran más vulnerable e inferior: las mujeres. 


Y el día de ayer, lamentablemente mi hija y yo tuvimos la desgracia de cruzarnos en el camino de un patán así, uno que solo buscaba vomitar parte de ese odio que siente por las mujeres. 


Y la historia comienza así:


Siendo cerca de las 7 de la noche, asistí al Hospital San José de Querétaro, con el fin de acompañar a mi hija a una cita que tuvo con el dentista, ya que terminaría un tratamiento dental en una de sus piezas molares que desde hace un mes había venido realizándole la doctora. 


Al filo de las 8 de la noche (hora del centro de México) salimos del consultorio y bajamos hasta el estacionamiento donde una hora antes habíamos dejado el auto. Mi hija entregó el ticket al joven del valet parking para que le entregaran la unidad en el área destinada para tales efectos y nos dispusimos a esperar. Debido a la hora, el estacionamiento se encontraba con bastante movimiento y con un número considerable de personas esperando que también les fuera entregado su auto. Mientras esperábamos, mi hija y yo nos sentamos en una banca a observar la entrada y salida de autos que constantemente fluían. Cabe mencionar, que la entrega de las unidades debe llevarse a cabo con la mayor agilidad posible, con el fin de no estorbar ni entorpecer la fluidez de quienes van recibiendo su unidad. Además, porque metros adelante se encuentra ubicada la caseta de cobro del estacionamiento, lo que significa que una vez que el valet entrega la unidad al conductor, hay que avanzar para formarse y pagar el tiempo de estacionamiento y, finalmente, poder salir. 


Como todo en la vida, el respeto hacia los demás, debería prevalecer para que una vez que la unidad es entregada, el conductor y los acompañantes (si es el caso) se mantengan listos para abordar y continuar hacia la caseta de cobro y así dejar libre el espacio para que el valet parking pueda seguir entregando las unidades solicitadas.


Pero no toda la gente es consciente o no le importa las necesidades, el tiempo o los derechos de los demás…


En cierto momento, uno de los valet parking acercó al área de entrega una camioneta roja (una Dodge  Dakota 4 puertas). Como dije, normalmente cuando ellos entregan una unidad, el conductor correspondiente ya está esperando (solo o con sus acompañantes si es el caso) para subir lo más rápido posible a su unidad y avanzar hacia el área de caja, 


Pero en este caso, el tiempo pasaba y el conductor de la camioneta roja no se acercaba a recibir sus llaves, simplemente porque estaba sentado con el grupo de personas que lo acompañaban (un par de mujeres y niños que, debo mencionar, se notaban apagadas, tristes o , ahora lo pienso, asustadas). 


Tardó más de 7 minutos en abordar su camioneta y lo hizo con toda la calma del mundo, sin importarle que ya había una fila de autos esperando avanzar hacia el área de caja, pero que no podían hacerlo porque el tipejo de la camioneta roja les estorbaba el paso. Hasta ahí, la gente se comportó con paciencia y tolerancia, nadie tocó el claxon ni dijo nada. 


El tipo en cuestión, todavía se dio el lujo de rodear la camioneta, ir a preguntar algo a alguien que se encontraba a unos metros de ahí (¿por qué no lo hizo antes, mientras esperaba su unidad?) hasta que por fin se decidió a subirse y ocupar el lado del conductor. Debo mencionar que no pudo hacerlo tan fácilmente, pues su enorme barriga le impide moverse de forma ágil, así que subirse a esa camioneta le cuesta un poco de trabajo. 


Una vez que por fin avanzó al área de caja, mi hija y yo por fin pudimos abordar nuestra unidad para formarnos y poder pagar.  


Pero la fila de la caja no avanzaba…. ¿por qué? Porque el mismo tipo de la camioneta roja, estaba obstruyendo, ahora,  la salida debido a que, o no encontraba el boleto, el dinero para pagar, o simplemente no se le pegaba la gana avanzar. Debo aclarar que nuestra posición con respecto al patán de la camioneta roja, no era tan cercana, unos 5 o 6 autos nos separaban.La fila detrás de nosotras ya era enorme, y la gente ya no estaba tan paciente, así que uno que otro auto comenzaron a tocar el claxon, y no de forma alarmante o tosca, simplemente un toque como en señal de que ya se apurara, pues necesitaban salir. 


Por fin, logró avanzar y la fila comenzó a agilizarse. Lamentablemente, la salida del estacionamiento de dicho hospital conduce a una  calle angosta, y ¿quién creen que encabezaba la peregrinación de todos los autos que salíamos de ahí? Sí, el patán de la camioneta roja, quien iba a una velocidad de 10 km por hora. Los autos ya no solo eran los que veníamos del hospital, sino que ya nos sumábamos con otros que daban vuelta desde una de las avenidas principales (Constituyentes, para quienes viven en Querétaro). 


Obviamente, la gente ya estaba desesperada. Todo el comportamiento que este sujeto había mostrado rebasaba los limites de paciencia de cualquier persona. Parecía que él pensaba que el mundo, las calles, el estacionamiento, y la gente misma, le pertenecían y por lo tanto, se debían someter a la velocidad, tiempos y deseos de él…. ¡qué abuso!


Al notar que la gente le echaba la luz y viendo que ya se aproximaba a la otra avenida principal (Zaragoza), optó por hacerse a un lado. A simple vista parecía que por fin la coherencia entraba en su cabeza, pero no era así. Se hizo a un lado, para ver cada uno de los autos que pasaban junto a él y seleccionar a  víctima, con la que desquitaría su furia acumulada….. Y las elegidas fuimos mi hija y yo.


Sin saber sus intenciones, pasamos junto a él (como todos los demás) y seguimos nuestro camino (como los demás). 

Casi de inmediato, nos incorporamos a la avenida (Zaragoza). Mi hija iba feliz, hablándome sobre el fin de su tratamiento molar y tocando algunos temas sobre su cumpleaños que ya se avecina. Metros adelante nos detuvimos debido a que el semáforo se puso en rojo. Estábamos tan absortas en nuestra conversación que no nos dimos cuenta de que el sujeto de la camioneta roja estaba a mi derecha.

Sí, inesperadamente, el tipejo se emparejó a nosotras y me gritó:


- ¡¡¡Todos ustedes son una bola de ignorantes!!! Deben saber que traje a consulta a una paciente


Honestamente, me extrañó que se dirigiera a mí con gritos, de camioneta a coche, reclamándome algo que él mismo había provocado, pero a la vez justificándose con algo tan absurdo sin que nadie le pidiera explicación. Y, además, tenía el cinismo de querer provocar otra situación aun más violenta con su actitud y gritos en plena avenida. 

Y ¿por qué me reclamaba a mí? La respuesta es lógica. Nos seleccionó por ser mujeres y por ir solas. No le importó nada más. 

Realmente nuestro único "delito" fue salir del mismo hospital y a la misma hora que él. Nunca tocamos el claxon ni le dijimos nada ante su premeditada demora con la que actuó. Pero ¿porque no siguió a quien sí le tocó el claxon o le dijo algo? Nosotras ni siquiera estábamos cerca de él cuando nos encontrábamos en la fila de espera del estacionamiento, había 5 o 6 autos de distancia, pero aun así, optó por seleccionarnos a nosotras y  armarnos todo un show para mostrar su poquedad machista. 


Ante su petulancia,  lo único que respondí de manera espontánea, fue:

- ¿Y usted cree que todos los demás fuimos a bailar o a una fiesta? También somos pacientes del hospital y tenemos cosas que hacer


Para los estándares de un patán, el hecho de que una “simple mujer” se atreva a responderle de frente y con ironía, es imperdonable….así que acto seguido, se las pagaría. 


Cuando el semáforo cambió a verde, mi hija intentó avanzar ignorando la presencia del tipejo y siguió sobre su carril, sin embargo, el patán de la camioneta roja, abusando del gran tamaño de su unidad, se aventó contra nosotras, con el afán de amedrentarnos. Su objetivo fue certero, pues causó daño al golpear el espejo derecho (el lado donde yo venía) y rozar parte de la carrocería de ese mismo lado, dejando un rayón con el color de su camioneta.


Prácticamente nos cerró el paso para que no avanzáramos aún con el verde en el semáforo, obstaculizándonos el paso a nosotras y entorpeciendo el avance de  todos los autos que pasaban por esa avenida.  Pero eso no era todo, como en una película de terror, bajó bruscamente de su camioneta y se dirigió hacia nosotras....


No fue hacia mí, se fue directo hacia la ventana del conductor, o sea, hacia mi hija. En ese momento pudo suceder cualquier cosa, pues no sabíamos exactamente el propósito de acercarse tan decididamente a nuestro auto. En aquel instante, pudo haber sacado un arma, o golpearnos hasta dejarnos inconscientes... o muertas.

Mi hija, joven, inexperta y nada maleada, reflejaba en todo su cuerpo y en su mirada un terror petrificante. Sabe de la violencia que hay en México, de los asaltos, asesinatos y feminicidios que tan impunemente se cometen en este país diariamente. Imagino que por su cabeza cruzaron miles de pensamientos que la dejaron sin respirar, y solo alcanzó a decirme:


-Mamá, por favor, no te bajes, déjalo que diga lo que quiera, y que se vaya


Yo estaba a punto de abrir la puerta y enfrentar al tipejo, pero al escucharla tan angustiada,  quité la mano de la puerta y me quede junto a ella. El tipo panzón se acercó a su ventana sin importarle el tráfico que estaba causando, ni que los autos pasaran cerca y tocaran el claxon de forma desesperada. 

Se tomó todo el tiempo del mundo para decir una sarta de estupideces que, sinceramente, ni mi hija y yo escuchamos. Solo frases sueltas como: Todas las viejas son  unas.... o,  Todas deberían de.... o, Más les vale que....  y ese tipo de frases usadas por los misóginos y machistas que incluyen una mezcla de amenazas con insultos, ofensas y discriminación hacia  todas las mujeres.

Realmente no puse atención a su letanía,  estaba más concentrada en tratar de controlar mis impulsos, porque no quería provocarle a mi hija un ataque de nervios, sabiendo que padece diabetes y de la tiroides. Y mientras él se acomodaba y pensaba qué más decir sobre las mujeres, y sacaba sus traumas de hombre frustrado (ahora entiendo las caras largas, tristes y de miedo de las mujeres que lo acompañaban)se me ocurrió sacar mi teléfono celular y tomar un par de fotos a su camioneta, la cual, seguía deteniendo el tráfico de la avenida. 

Pensé, mientras sacaba las fotos de la camioneta roja, que en cualquier momento, dada la prepotencia y la hostilidad del tipejo, me arrebataría el celular o al menos gritarme que dejara de sacarle fotos a su camioneta…. Pero no fue así. Al parecer más que molestarlo, le asustó, porque de inmediato terminó su discursito misógino, y se alejó, metiéndose en su camioneta (a duras penas debido al tamaño de su barriga) y esperó a que el semáforo se pusiera en verde…. Sí, así como empezó, de pronto terminó y volvió a su unidad.


Fue entonces cuando le dije a mi hija que en cuanto avanzáramos, se cambiara al carril derecho y tratara de meterse en la calle de la lateral (aunque en realidad nosotras íbamos en dirección de la avenida), pero mi propósito era evadir al agresor. 

Sin embargo, el patán de la camioneta roja,  a través del  retrovisor,  se dio cuenta del movimiento que mi hija hacía al intentar cambiar de carril para encaminarse a la calle de la lateral derecha. Así que sin pensarlo, él hizo lo mismo. Imagino que vio la oportunidad de volver a atacarnos en esa calle, solitaria y obscura, y tal vez ahí intentaría quitarme el celular con las fotografías que tomé.  

Pero en eso, un auto se metió entre la camioneta y el auto de mi hija, así que obstaculizó un poco la vista del sujeto hacia nosotras a través del espejo retrovisor. 


Cuando vi la intención de él por doblar hacia la misma calle  a la que momentos antes le dije a mi hija que tomáramos, le grité a mi hija:


Ya no te metas, síguete derecho!. Ese idiota se dio cuenta que intentamos ir para allá, pero ya no... mejor síguete  lo más rápido que puedas.


Y así fue como escapamos de ese sujeto misógino y psicópata. 

Mientras avanzábamos, alcancé a ver la camioneta parada en la esquina de esa calle, como esperando que regresáramos, pero en lugar de eso, el tipejo tuvo que ver cómo nos alejábamos de ahí. 


Sí, literalmente fue un escape, y no quiero pensar en lo que hubiera sucedido si nos metemos a esa calle. Si el sujeto fue capaz de armar todo un show en plena avenida transitada por cientos de autos, violando todas las leyes, derechos, reglamentos, golpear nuestro auto y miles de abusos más, imagino lo que hubiera hecho en una calle sola y obscura.


Si no le importó la familia que lo acompañaba, mucho menos le importará dañar a toda la demás gente ni todos los efectos emocionales, materiales, de tiempo y espacio que causó. 


Cabe mencionar que las placas de esa camioneta son del Estado de  Querétaro y comienzan con SY, lo cual significa que el tipejo trabaja o, al menos, trae una camioneta dedicada al servicio de transporte privado… ¡¡QUÉ HORROR!! ¿Se imaginan el peligro que corremos los ciudadanos, especialmente las mujeres, con un agresor de este calibre y que transite tan campante por las calles de esta ciudad?


Y si acaso se preguntan si acudí a levantar la denuncia correspondiente (como siempre lo he aconsejado), la respuesta es NO. Esta vez no pude hacerlo debido a que la que venía en el volante era mi hija, y ella decidió no hacer nada… al menos por ahora. Lo que más me preocupaba en ese momento era  tranquilizarla, pues confieso que tuvo una leve crisis nerviosa que la hizo llorar por un buen rato. Una vez calmada, intenté convencerla de acudir a denunciar los hechos, pero por el momento está evitando más enfrentamientos desagradables. Así que tendré paciencia, pero no dejaré de insistirle para hacerlo, pues el tipejo realmente es un verdadero peligro para quien se cruce con él, sobre todo, para las mujeres. 


No obstante,  no me gusta quedarme sin hacer nada, así que llamé a la Secretaría de Seguridad Pública de Querétaro con el fin de solicitar información sobre las forma en que se debe actuar ante este tipo de hechos. La persona que atendió mi llamada (imagino que algún oficial) escuchó mi relato de forma breve y finalmente dijo:


1) Acudir a la agencia del MP 


2) Llevar el coche con el golpe (no tocar ni hacerle nada a la evidencia)


3) Relatar los hechos y proporcionar los datos de las placas y descripción del agresor


4) Se citará a las partes para que den su versión.


5) Una vez escuchadas ambas partes y a los testigos, el juez determinará quién es el culpable, especialmente porque, según el que me atendió, es difícil de creer que el tipo nos haya agredido de la nada (como si fuera algo que no pasara nunca). Le pregunté si en esa zona se tienen instaladas cámaras de video vigilancia. Respondió que sí, pero que es a criterio del juez  solicitar la revisión de los videos. En dado caso, si se corre con la suerte de tener un juez con un criterio justo, entonces podrá comprobar en los videos la forma en que dicho sujeto nos agredió, y cómo violó las reglas de tránsito, de respeto y de toda coherencia.


6) Todo ese proceso se resolvería en el tiempo que fuera necesario


Estoy convencida que es a través de la denuncia la forma de poner un freno a los agresores, pero también es la oportunidad de exigir a las autoridades que realicen de forma eficiente, pronta , imparcial y expedita el trabajo por el que les pagamos.  Levantar una denuncia no es un proceso sencillo, pues las mismas autoridades se encargan de hacerlo lento, tedioso y casi imposible de resolver, pero aún así es necesario, que ante los abusos y agresiones, se lleve a cabo todo el proceso, por lo tanto, aun continúo tratando de convencer a mi hija para que denunciemos lo que nos ocurrió. 

Por lo pronto, solo me queda compartir con ustedes este lamentable episodio y confirmar, una vez más, que las calles de esta ciudad, como las del resto del país, son altamente peligrosas, principalmente para las mujeres. Hay una absoluta ausencia de autoridades que controlen este tipo de situaciones y, sobre todo, que apoyen a los ciudadanos y ciudadanas que lo requieren.


Lo más triste y altamente alarmante, es la facilidad y la impunidad con la que cualquier tipejo puede agredir a las mujeres.  Nunca hay una razón para violentar a nadie, y este caso no fue la excepción. Mi hija y yo no tuvimos ninguna opción ni ninguna salida para poder pedir ayuda a alguien adecuado en el momento preciso. La indolencia de la gente y la irresponsabilidad de las autoridades prevalecen en todos los rincones.


Solo espero no volver a encontrar a ese demente machista, pero tampoco deseo que ninguna mujer (incluyendo las que lo acompañaban) tengan que pasar por la violencia que este sujeto genera y respira por cada poro de su piel.



MUJER:

La violencia contra las mujeres es un fenómeno generalizado en el país, aunque existen entidades con mayor incidencia, por ejemplo, se dice que tan sólo en la ciudad de México desaparecen dos mujeres al día.

La violencia machista alrededor del mundo es la principal causa de muerte en mujeres,  y en México, en los últimos años la violencia contra las mujeres se ha extendido, acrecentado y recrudecido, tanto en ámbitos privados como públicos. Desgraciadamente, esta  violencia no se entiende sin la complicidad de policías, funcionarios, empresarios y gobernantes.

¿Hasta cuándo seremos libres de salir, de transitar, de caminar... de vivir? No es posible que en cualquier entorno, cualquier sujeto (conocido o no), tenga la facilidad de agredir a la mujer que se le atraviese en el camino, por el simple hecho de mostrar su odio hacia las mujeres, por desquitar así sus traumas, carencias y limitaciones o por ser la forma de sentirse "superior" ejerciendo cualquier tipo de violencia.   Insisto, ¿dónde están las autoridades?, ¿dónde está la policía, ¿hasta cuándo habrán mecanismos  para las mujeres  que faciliten (y no compliquen) su acceso a la justicia? ¿Hasta cuándo se garantizarán plenamente nuestros derechos en todos los entornos? 


((()))


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