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domingo, 10 de julio de 2011

Dos extraordinarios poemas para enaltecer tu dignidad y la fortaleza de ser mujer



Mujer, nunca olvides que tu dignidad e integridad personal deben estar por encima de todo, 
y que la fortaleza de tu interior puede ayudarte a resurgir de cualquier adversidad.



Hoy quiero compartir dos bellos poemas, tal vez conocidos para muchas  lectoras, y que motivan en gran medida la idea de la superación femenina. Sirven como una aportación para la reflexión, la conciencia y, esencialmente,  como fuente de inspiración para todas las mujeres que, en ciertas etapas de su vida, se han sentido abatidas, confundidas y con temores por las circunstancias en las que viven o han vivido. Los momentos de meditación, de soledad, de tranquilidad y de paz con una misma, sirven para el autoconocimiento y la adecuada toma de decisiones. 

El primer poema, se dice que se basa en la educación que recibieron las mujeres celtas en la antigüedad, convirtiéndolas en seres fuertes, valientes, independientes y ejemplares. La historia de dichas mujeres está rodeada de misticismo, leyendas e incertidumbre. Sin embargo, sería grandioso comprobar que las mujeres celtas en la época antigua en realidad fueron educadas de la forma que a continuación se relata, pues serían un gran ejemplo de idiosincrasia y cultura que toda mujer en el mundo debe recibir: Fomentando la autosuficiencia, el amor a una misma y fortaleciendo el gran valor que la dignidad femenina debe tener ante cualquier hombre.  

En realidad, dejo a los historiadores, arqueólogos y gente que tiene grandes dotes de investigación, la veracidad de la vida de las mujeres celtas. Yo me ocuparé por transmitir lo que se dice de ellas, pero primordialmente, el maravilloso poema que motiva a toda mujer y que deberíamos guardar en la memoria de nuestro corazón, de nuestra mente y de nuestro orgullo.

Breve historia de las mujeres celtas:
Como dije anteriormente, la historia celta es misteriosa, ambigua e intrigante. Los celtas no guardaron ningún registro escrito de sus vidas, costumbres o creencias, en realidad solamente se conocen pequeños pedazos de historia, cuya fuente es la Arqueología, los escritos del imperio Romano y de algunos documentos de la era cristiana temprana que parecen tener un poco de conocimiento de aquel mundo pre-cristiano. No obstante, eminentes historiadores frecuentemente están en desacuerdo en puntos importantes. 

Se dice que la mujer celta ocupaba un lugar de gran importancia en el mundo, hasta tal punto que dioses y héroes recibían, en muchas ocasiones, el nombre materno. Madres, esposas, hermanas, amigas y amantes, sabían luchar en la batalla; entendían de leyes, dirigían hogares, trabajaban el campo, se experimentaban en la lucha; conocían las ciencias de la magia, la poesía y la escritura.

Su situación era de igual a igual respecto al hombre. Se confiaba mucho en sus conocimientos del mundo natural, con independencia de la indiscutible sabiduría druídica (los druidas era la clases social elevada de la sociedad celta. Poseían grandes conocimientos de guerra, magia y místicos); no tenían tabúes en el campo de la sexualidad y defendían a sangre y fuego a su pueblo en caso de ser atacados por algún enemigo. 

Eran tribus viajeras; se les permitía ser instructoras de armas, y también podían ostentar el mando militar. Desde pequeñas aprendían el manejo de las armas para estar preparadas para defenderse ante cualquier enemigo, ya fuera animal o humano. Sabían que en el camino aguardaban muchas luchas y animales salvajes que merodeaban por todas partes, en especial osos, lobos y serpientes. 

Eran especialmente coquetas, se maquillaban con una hierba llamada "ruan" y  oscurecían sus ojos con el jugo de las bayas. Tenían un excelente sentido del gusto y de la belleza. Usaban adornos y cosían campanillas en sus ropas para llamar la atención, cuidaban su cabello y lo trenzaban de formas diversas. Sin embargo, toda esta dulzura y fragilidad desaparecía en el momento en que participaban en la guerra o veían en peligro a su familia. 

Julio Cesar se refiere a ellas transmitiéndonos la siguiente idea: "Una hembra celta iracunda es una fuerza peligrosa a la que hay que temer, ya que no es raro que luchen a la par de sus hombres, y a veces mejor que ellos". 

Plutarco, en su tratado de virtudes femeninas, cuenta varias anécdotas sobre mujeres celtas. En una de ellas, se refiere a una mujer celta de nombre Kinimara, quien al informarle a su marido que había sido atropellada y violada por un extraño, le presentó al mismo tiempo la cabeza del ofensor. 


Las mujeres celtas tenían derecho a la educación. Empezaban a trabajar desde que se sostenían sobre sus pies, de modo que pudieran garantizar su propio sustento.

Antes del matrimonio la mujer era cortejada y conquistada como un ser superior, y en el ejercicio de sus privilegios podía desdeñar y mirar con enojo las atenciones recibidas de reyes y príncipes, eligiendo a quien quisiera. 

Luego del matrimonio, la mujer no era propiedad de su marido, eran compañeros en una aventura matrimonial. La esposa permanecía como dueña exclusiva de sus propiedades, tampoco las propiedades habidas juntamente o poseídas por ambos podían ser vendidas o cedidas por el marido, sus derechos sobre los bienes comunes eran iguales y para disponer de ellos era necesario el voluntario consentimiento de ambos. 

La mujer casada podía proseguir con un caso legal, podía ser titular de derechos y demandar a sus deudores. Cuando se reclamaba sobre las cosas de un deudor, ella embargaba las cosas apropiadas para mujeres, artículos tales como husos, espejos, etc... 

Las antiguas leyendas hablan de mujeres sabias, médicas, legisladoras, druidas o poetisas, pero la contraparte de la historia cuenta que las mujeres celtas NO eran heroínas feministas. Una nueva investigación muestra que el status de las mujeres en la sociedad celta variaba de región en región. Aún así, realidad o fantasía, podemos apreciar que, en todas las regiones y épocas, ha existido un ideal: el de la mujer libre, autosuficiente, respetada y con igualdad de derechos a los del sexo masculino.

Demos por hecho que las mujeres de origen celta eran criadas tan libremente como los hombres, que les era dado el derecho de elegir a sus compañeros y nunca podrían ser forzadas a una relación que no quisieran. Eran enseñadas a trabajar para que pudieran garantizar su sustento, eran excelentes amantes, amas de casa y madres.

La primera gran lección era:

Ama a tu hombre y síguelo, 
pero solamente si ambos representaran, uno para el otro, 
lo que la Diosa Madre enseñó:

¡Amor, compañerismo y amistad!

A continuación el poema que caracteriza la imagen de fortaleza, dignidad y autosuficiencia de las mujeres celtas:

Mujer, ¡Jamás Permitas...!

Jamás permitas que algún hombre te esclavice, 
tú naciste para amar y no para ser esclava. 

Jamás permitas que tu corazón sufra en nombre del amor, 
amar es un acto de felicidad, ¿porqué sufrir?. 

Jamás permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien 
que nunca te hará reír. 

Jamás permitas que tu cuerpo sea usado, 
sabes que tu cuerpo es la morada del espíritu, entonces, 
¡mantenlo apreciado!. 

Jamás permitas quedarte horas esperando por alguien 
que nunca vendrá, ¡así te lo tenga prometido!. 

Jamás permitas que tu nombre sea pronunciado en vano por un hombre, 
¡que ni se sabe si tiene nombre!.

Jamás permitas que tu tiempo sea desperdiciado por alguien 
que nunca tendrá tiempo para ti. 

Jamás permitas escuchar gritos en tus oídos, 
¡el amor es el único que puede hablar más alto!. 

Jamás permitas que pasiones desenfrenadas te saquen 
de un mundo real para otro que nunca existió. 

Jamás permitas que  otros sueños se mezclen a los tuyos, 
convirtiéndolos en una gran pesadilla. 

Jamás confíes que alguien pueda volver, 
¡cuando nunca estuvo presente!. 

Jamás permitas prestar tu útero para engendrar un hijo 
que nunca tendrá un padre. 

Jamás permitas vivir en la dependencia de un hombre, 
haciendo creer que tú naciste inválida. 

Jamás permitas que quedes linda y maravillosa, 
¡para esperar a un hombre que no tiene ojos para admirarte!. 

Jamás permitas que tus pies caminen en dirección de un hombre, 
¡que sólo vive huyendo de ti!. 

Jamás permitas que el dolor, que la tristeza, que la soledad, 
que el odio, que el resentimiento, que los celos, que el rencor  y todo que pueda 
sacar el brillo de tus ojos, 
haciendo debilitar la fuerza que existe dentro de ti.


Jamás te permitas perder tu dignidad de ser... ¡Mujer!.



"Hombre... cuídate mucho de hacer llorar a una mujer, 
pues, ¡Dios cuenta sus lágrimas!. 

La mujer salió de tu costilla, no de tus pies para ser pisoteada, 
ni de tu cabeza para ser superior; sino del lado para ser igual... 
Debajo de tu brazo para ser protegida y al lado de tu corazón para ser amada."

...Anónimo


MUJER: 
Recuerda siempre estas dos palabras: ¡JAMÁS PERMITAS!. 
Nadie tiene el derecho de atentar contra tí en ningún sentido, y eso depende solo de tí, de tu capacidad de poner límites y de tomar decisiones adecuadas.

NUNCA PERMITAS QUE DAÑEN TU INTEGRIDAD. MANTEN TU DIGNIDAD EN ALTO: ¡QUIÉRETE Y RESPÉTATE A TI MISMA...antes que a nadie!


El siguiente poema que, indiscutiblemente, es resultado de una gran inspiración, es de la autoría del gran poeta chileno Pablo Neruda. No fue escrito de manera exclusiva  para las mujeres como en el caso anterior, pero es poseedor de una gran belleza, veracidad, optimismo y refleja una enorme capacidad de fortaleza ante situaciones que, pudieran ser consideradas, extremas en la vida de cualquier persona, en nuestro caso, aplicable a la mujer. Si analizas bien, ambos poemas pueden considerarse una dualidad, un complemento ideal acerca de la dignidad y la fortaleza (resiliencia) femenina.

NO CULPES A NADIE
No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie 
porque fundamentalmente tú has hecho tu vida. 

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte 
en el fracaso para volver a empezar, corrigiéndote. 
El triunfo del verdadero ser surge de las cenizas del error. 

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, 
hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer. 
Las circunstancias son buenas o malas,
 según la voluntad o fortaleza de tu corazón. 

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte, 
enfrenta con valor y acepta que de una u otra manera son el resultado de tus actos 
y prueba que ¡tú siempre has de ganar!. 

No te amargues con tu propio fracaso ni se lo cargues a otro, 
acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño, 
recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar 
y que ninguno es tan terrible para claudicar. 

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu fracaso. 
 Tú has sido el ignorante, el irresponsable, Tú únicamente Tú, 
nadie pudo haberlo sido por ti. 

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, 
como la causa de tu futuro es tu presente. 

Aprende de los fuertes, de los audaces, imita  a los enérgicos, 
a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, 
a quienes vencieron a pesar de todo. 

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo, 
y tus problemas sin alimento morirán. 
Aprende a nacer del dolor y a ser más grande, 
que es el más grande de los obstáculos. 

Mírate en el espejo de ti mismo. 
Comienza a ser sincero contigo mismo 
reconociéndote por tu valor, por tu voluntad 
y por tu debilidad para justificarte. 

Recuerda que dentro de ti hay una fuerza que todo puede hacerlo, 
reconociéndote a ti mismo, más libre y fuerte, 
y dejarás de ser un títere de las circunstancias, 
porque tú mismo eres el destino 
y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino. 

Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer. 
Tú eres parte de la fuerza de la vida. Ahora despierta, camina, lucha. 
¡Decídete de una vez y triunfarás en la vida!… 

Nunca pienses en la suerte, porque la suerte...
¡es el pretexto de los fracasados!

...Pablo Neruda. 



MUJER:

NO CULPES A NADIE, cada una de nosotras somos responsables 
de la vida que elegimos, de equivocarnos, pero también de recapacitar, si es necesario. 
Tenemos capacidad mental, emocional y madurez para saber 
qué es lo que queremos y no queremos en nuestras vidas.



Tú eres quien debe reconocer, aceptar, corregir o seguir en el camino que seleccionaste...
¡pero ten valor de decisión para cambiar lo que no te gusta!; 
 jamás culpes a nadie, ni siquiera a tí misma; todas tenemos derecho a equivocarnos, 
pero siempre existe la posibilidad del cambio en beneficio de nosotras mismas.

Lo imperdonable no es equivocarse, sino conformarse y no corregir lo que nos perjudica.




2 comentarios:

  1. Me parece extraordinaria la forma en que expresas lo que ninguna mujer debemos olvidar: dignidad, integridad personal, fortaleza interior, el respeto del que somos merecedoras. Los poemas que escogiste son maravillosos, ya que cada palabra es un cincelazo que esculpe nuestro ser y sed de justicia." Mujer ¡ Jamás Permitas !) y "No culpes a Nadie " Son excelentes ejemplos de lo que que somos o deberíamos ser. Felicidades.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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