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martes, 12 de junio de 2018

EN MEMORIA DE MI PADRE: Tal y como fuiste, pero gracias.

No hay malos recuerdos, sólo mentes incapaces de reconocer la enseñanza oculta detrás de la experiencia...



A 5 meses de tu partida, y en el 1er Día del Padre sin tu presencia…

Como muchos lectores de nuestros blogs  saben, comencé a escribir hace 8 años ciertas experiencias vividas en un intento de entender mi pasado y hacer un examen en retrospectiva,  pero además descubrí que era una forma liberarme de ataduras emocionales que no me permitían avanzar en la vida.  Escribir se convirtió en una especie de terapia, de desahogo, de reflexión y de catarsis, sin importar quien o quienes me lean. A través de estos años he escrito y compartido posts sobre diversos temas, por ejemplo, sobre la violencia que padecí en mi matrimonio, así como sobre el abuso sexual que padecí a los 8 años de edad,  también consta lo que he escrito sobre mi proceso de divorcio, sobre mi papel de madre, sobre mi etapa menopáusica, etc, etc, etc…  En fin, todo lo que escribo es con el afán de retro-alimentarme, de aprender y, sobre todo, de superar etapas y experiencias.  Si, escribir me ha ayudado, pero también me siento útil al compartirlo con los seguidores de nuestros espacios, y es que estoy convencida de que en algún rincón del mundo siempre hay alguien a quien puede servirle cierta información, o bien, alguien pueda sentirse identificada con ciertas anécdotas y no sentirse sola.

Y esta vez no es la excepción. En esta ocasión decidí, luego de una profunda reflexión, escribir acerca de mi padre…  

En posts anteriores ya he mencionado algunas cosas sobre él, pero dado que en México se celebrará el próximo domingo el Día del Padre, y siendo que será la primera vez que él ya no esté presente para festejar ese día, consideré oportuno dedicar este espacio a su recuerdo…


Adelanto que no será el típico recuerdo (“in memoriam”) donde se acostumbra homenajear y enaltecer el recuerdo de una persona que ha muerto,  pues considero que recordar solo “lo bueno” no sería honesto de mi parte, realmente mi intención es recordar a mi padre tal y como fue, y principalmente, reflejar las enseñanzas, buenas y malas,  que me dejó.

Fue el 4 de Enero de este año cuando mi padre murió. Fue algo inesperado, sorpresivo, pues aparentemente no tenía ninguna enfermedad grave diagnosticada. Días antes lo habían operado de la vesícula, de la cual salió relativamente bien. Estuvo un par de días en el hospital, luego lo llevamos a su casa  donde guardaría reposo. Sin embargo, un par de días después, falleció, en soledad,  en su cama mientras dormía… No esperábamos que todo terminara así, tan furtivamente,  pero hay que  entender que la muerte es parte de la vida, y además que, a pesar de todo,  la vida siempre sigue y tenemos que fluir con ella de la mejor manera…

Es innegable que cuando alguien cercano muere, de la forma que sea, siempre duele, se sufre y se extraña, pero también es cierto que cada persona asume su duelo de diferentes formas. Hay quienes lloran imparablemente, otras se aferran al recuerdo y sufren indefinidamente, otras más manifestarán su pena de maneras inexplicables y habrá quienes lo tomen de forma tranquila y en paz, lo cierto es que cada quien vivimos nuestro duelo de forma personal y trataremos de superarlo según lo sintamos.  Lo que no es sano es instalarse permanentemente en el dolor,  ni sentir culpas ni pensar en  los inútiles “hubiera” que, sencillamente,  no existen.

Tampoco es sano  idealizar  la memoria, el recuerdo o la imagen de esa persona que, por razones de la vida misma, hoy ya no está.  Dicen los expertos en el tema, que idealizar a alguien (ya sea que viva o ya se haya ido), significa traspasar la realidad, de modo que las virtudes exageradas que se otorgan a otros son irreales. Cuando alguien idealiza y pone a otro en un pedestal, lo que hace es  ignorar el lado humano e imperfecto que todos tenemos. Cuando alguien muere, implica la muerte de un ser que fue humano, con virtudes y con defectos también…  Y mi padre no es la excepción, fue tan humano como cualquier otro, por eso, lo recuerdo con total objetividad.

Cabe mencionar que no solo  el Día del Padre es un buen momento para reflexionar sobre el papel del progenitor en nuestras vidas, deberíamos hacerlo siempre, pues tanto  el padre como la madre son (o somos) los vínculos primordiales que tenemos los humanos.  Ellos, los padres y las madres, así como los hijXs, formamos lo que se llama “el núcleo principal y básico de la sociedad: la familia”. 


Una familia “sana” se destaca por intentar fortalecer los vínculos entre los miembros, se esfuerzan por conseguir el bienestar grupal y personal de cada uno, se apoyan, se fomenta el amor, el respeto, la comunicación, la igualdad y la libertad de cada uno. Lamentablemente,  no todas las familias son así. Si analizamos objetivamente las relaciones entre padres-hijxs, nos daremos cuenta que no siempre son cordiales, buenas o positivas.

Esos malos padres…

Como en todo, hay buenos padres, pero  también abundan los malos, esos que han sido (o son) la causa de que muchos hogares se caigan a pedazos… Y aquí podríamos mencionar varios tipos:

  • Los padres violentos (los que agreden verbal, emocional, económica y/o físicamente)
  • Los padres invisibles (están pero como si no estuvieran)
  • Los padres que solo fungen como proveedores y no se involucran en la vida de sus hijos
  • Los ausentes (no están física ni emocionalmente en la vida de sus hijxs)
  • Los que delegan la responsabilidad en las madres
  • Los que no se sienten responsables, ni quieren serlo
  • Los permisivos (son padres que están presentes, pero dejan que sus hijos pierdan el respeto hacia ellos y hacia los demás. Es decir, NO ponen límites y por lo tanto crean monstruos)

En fin, hay todo tipo de “malos padres” y pueden abarcar una o más categorías. En resumen,  no contribuyen en nada al bienestar de los hijxs, pero son capaces de causar graves daños (a veces irreversibles), dejando heridas profundas en sus hijxs que, muchas veces,  no  superan ni en  la adultez. Ante esto,  pregunto:

¿Es posible que el trato que un padre da a un hijx influya pero no determine la formación de un individuo?, ¿Los hijxs podrán decidir en determinado momento cómo quieren que sea su futuro, a pesar del dolor experimentado en el seno familiar?

Richard Bach, autor de una gran obra titulada “Gracias a tus Malos Padres”,   dice que por cada cosa que se ha roto, siempre se hallará una bendición… Y es cierto, ya que está comprobado que todo ser humano posee la voluntad para construir (o destruir) su propio destino.

En dicho libro, Bach se pregunta:
"¿Quién determina si el desastre que hemos sufrido constituye una bendición? Nosotros mismos
¿Quién puede probar que es realmente así? Nosotros."

No hay más, somos nosotros y nuestra determinación quienes forjarán el futuro que queramos tener, independientemente de lo que hayamos vivido en nuestros hogares y a pesar de la influencia que hayan tenido nuestros padres en nosotros. 

Según Bach, para reducir la influencia negativa de quienes no supieron o no quisieron ser buenos padres, debemos expresar frases de gratitud, desafiantes, tenaces, continuas, hasta que el desastre se haya convertido en recuerdo:

-     “Gracias padre por no tener en cuenta mi dolor, porque he aprendido a desprenderme de él”
-     “Gracias padre por no estar allí para mí…Ahora estoy aquí para mí mismx”
-     “Gracias padre por ser mezquino, porque he aprendido a ser gentil”
-     “Gracias padre por enseñarme lo que no es el amor, para no buscarlo donde no se lo puede hallar”

En efecto,  a pesar de todo, cada persona, cada miembro de una familia, disfuncional o no, deberíamos agradecer… Sí, agradecer tanto lo bueno como lo malo, porque si lo pensamos bien, no hay malos recuerdos, sólo mentes incapaces de reconocer la enseñanza oculta detrás de la experiencia.

La influencia de mi padre en mi vida…

Dado el contexto anterior, ahora sí hablaré de mi caso personal y de la influencia que el comportamiento de mi padre afectó mi vida. Fuimos 3 hijas, yo la mayor, pero  hablaré solo por mí, en singular, como yo viví personalmente cada etapa de mi vida siendo su hija. Intentaré ser franca, clara y sobre todo muy objetiva. Nunca lo idealicé, menos lo haré ahora…

Debo reconocer que desde enero que él falleció y mientras más pasa el tiempo, más objetivamente veo a mi padre… Me pasa al contrario de lo que le ocurre a la mayoría de la gente cuando algún ser querido muere.  

Y es que mucha gente  va guardando en su memoria solo las cosas buenas de quien se fue, es como si  se programaran para recordar únicamente los momentos de alegría y las virtudes de esa persona (muchas veces hasta las exacerban o exageran) y, por razones que aun no entiendo, olvidan la contraparte, olvidan que esas personas que ahora ya no están, también fueron humanos y por tanto con defectos, con rencores y con fallas que cometieron a lo largo de su vida…. En otras palabras, tienden a idealizarlos de forma irrazonable, los recuerdan sin equilibrio, sin contraparte. Lamentablemente,  eso no es bueno ni para quien se fue y mucho menos para los que se quedan…



Y  digo lo anterior, porque seguramente no faltará quien en leer esto diga:

“¿Ya para qué recordar lo malo si ya se fue?”
“Si hizo bien o mal, ya lo estará pagando en otro lado”
“¿Qué se gana “manchando” su memoria?”
“Lo que deberías hacer es honrar la memoria de tu padre y no andar diciendo cosas de quien ya no está presente”
O bien (la peor frase de todas):
“A los padres no se les juzga, y menos cuando ya no están”

Cabe aclarar lo siguiente:

1    1) Son muy respetables las ideas de cada quien. Cada persona puede recordar a quien quiera de la forma que quiera. Si desea idealizarlo, que lo haga y si desea recordar a alguien de forma equilibrada y razonable, también es válido.
      2) Nadie mancha la memoria de nadie (solo que se difame), pero en realidad,  cada uno de nosotros, en vida, día con día, somos quienes construimos nuestra historia, los recuerdos y la imagen que vamos a dejar en nuestros entornos y en este mundo.  Recordar a alguien como verdaderamente fue, no es “manchar su imagen” es, simplemente, recordarlo tal y como fue… y eso no tiene nada de malo, no es delito ni sacrilegio.
      3) Yo no juzgo a mi padre (en vida nunca le reclamé nada), hoy solo quiero recordarlo de la forma que fue, sin exagerar sus virtudes ni sus defectos.

Según sé, mi padre no tuvo una infancia tranquila, agradable o fácil. Tuvo una niñez muy complicada, llena de carencias y, como muchos, dentro de una familia disfuncional. Con apoyo de otros miembros de su familia, pudo salir de su pueblo y estudiar. Con los años se convirtió en Abogado (algo que nunca le gustó) y fue profesor de la Universidad. A grandes rasgos esa fue vida profesional. Nunca tuvo grandes metas ni escaló grandes posiciones sociales ni económicas. Él trabajaba porque tenía que hacerlo y  porque había sobrevivir, sobre todo cuando se casó con mi madre y comenzaron a formar una familia.

Honestamente, la relación que tuve con mi padre a lo largo de mi vida, nunca fue fácil. Razones había miles, la mayoría de ellas se debían a su falta de atención, de responsabilidad y de respeto… Lejos de tener la mínima intención de ser un padre cercano, amoroso y respetuoso, fue frío, hostil e irrespetuoso… Así de claro. No puedo mentir, no puedo fingir, no podría minimizar y mucho menos ignorar que esa fue su forma de tratar, en este caso, a mí.  

Hoy que soy madre sé que gran parte de la responsabilidad de la relación entre padres e hijxs depende de los padres, no de los hijos. Y a él no le importó eso…

Sé que como hija cometí muchos errores y aunque  no puedo cambiarlos ni borrarlos, debo decir que nada de lo que hice (o de lo que no hice) fue con la intención de lastimarlo a él  ni a mi madre. No obstante,  debo confesar que si debo pedir perdón a alguien, sería a mí misma, por las veces que toleré las faltas de respeto y la violencia sistemática que mi padre era capaz de ejercer. Y no me refiero a que haya sido un  padre golpeador, aunque reconozco que sí llegó a darme uno que otro “cinturonazo”  (seguramente por merecerlo en algún momento). Más bien, la violencia que mi padre generaba dentro del hogar era del tipo encubierto, cotidiano, disfrazado de bromas, sarcasmos y mucha violencia verbal, principalmente.

Recuerdo aun siendo una niña pequeña, escucharlo decir una y otra vez: “No quiero que me quieran, prefiero que me tengan miedo”.  Eso, ahora, explica muchas cosas….

Nunca, ni con el paso de los años pudimos hablar razonablemente de nuestra relación. Tal vez muy en el fondo  él sabía que su forma de tratar como padre no era la adecuada, no obstante, cuando crecí, siempre amenazó con “ponerme en mi lugar” si algún día me atrevía a reclamarle algo (cuando ni siquiera yo tenía la intención de hacerlo).

Pero si alguna vez hubiera podido hablar contigo, padre, sobre nuestra relación, no hubiera sido para reclamarte nada, jamás te hubiera faltado al respeto, más bien habría querido tratar de llegar a un diálogo, a un acuerdo de respeto, a tratar de sanar ciertas heridas, y tal vez para sentir la confianza de poder  abrirme como hija mayor… pero los “hubiera” no existen.  

Nunca te importó aclarar nada, sin embargo, hoy, por bien mío, intentaré seguir la técnica del libro Gracias a Tus Malos Padres que mencioné en párrafos anteriores:

GRACIAS PADRE, porque gracias al trato que durante toda mi niñez, mi adolescencia y parte de mi adultez recibí de ti, aprendí lo que NO DEBO TOLERAR DE NINGÚN HOMBRE.

Desde muy temprana edad, y por primera vez,  escuché de tu boca la palabra PUTA. Y lo peor, es que me la aplicaste a mí cuando apenas tenía unos 7 años, tal vez menos tal vez más, ya no importa… Por supuesto que tus constantes palabras ofensivas terminaron por afectar mi autoestima (como la de cualquier otra niña), más cuando se trata del propio padre  quien se siente con el poder (y el derecho) de denigrar a una hija de la edad que sea, sin embargo, cuando la violencia es ejercida a una edad tan temprana resulta aún peor. Y es un hecho absolutamente injustificado.

Crecí oyendo cómo pensabas acerca de las mujeres. Decías que solo había dos tipos de  mujeres: las putas y las muertas (hasta vergüenza me da recordarlo), pero la vergüenza debías sentirla tú, al expresarlo abiertamente una y otra vez durante años y años, sin importarte que en casa había 4 mujeres, una esposa y 3 hijas.

Y cómo olvidar tu “don” creativo para ponernos tus “graciosos y ocurrentes” apodos a lo largo de nuestras vidas, basándote, sobre todo, en nuestro físico… Podría poner aquí una larga lista que incluya todos y cada uno de los apodos que tan solo a mí me pusiste (y que tanta gracia te hacían, por cierto). No pensaste ni te importó el daño que causabas.  Esas bromas, apodos y comentarios hirientes, poco a poco fueron minando y destruyendo la autoestima de tu propia hija, desde mi etapa de niñez, pasando por la adolescencia y  hasta que llegué a ser  adulta.

Y es que esas “bromas sistemáticas” que se te ocurrían,  realmente se llama VIOLENCIA EMOCIONAL, VERBAL Y PSICOLÓGICA, y  es, tal vez, más dañina que los golpes.

Una psicóloga fue quien me lo tuvo que explicar la primera vez cuando acudí a terapia por problemas en mi matrimonio. Fue en esa consulta, hace aproximadamente 15 años, donde me explicó que mi principal problema no era mi matrimonio, sino las cosas no resueltas en mi relación contigo, mi padre.

Siempre achacaste tu carácter ofensivo al alcohol, sin embargo, aunque recuerdo los malos momentos que pasamos cada vez que tomabas, así como las noches que mi madre pasaba en vela esperando tu llegada,  los pleitos, los reclamos, tus justificaciones, y todo lo que eso conllevaba, debo decir que la mayoría de las veces que más ofendiste a quienes te rodeábamos era cuando NO estabas tomado. El alcohol nunca fue la causa de tus insultos ni de tu comportamiento abusivo, el alcohol solo es un pretexto que usan los maltratadores para justificar sus abusos, pero no es la verdadera causa de su violencia.  Se ha comprobado que la verdadera causa de la violencia contra las mujeres tanto verbal como emocional, económica y física no es otra cosa más que el machismo del agresor.


Y claro, es obvio que el primer contacto que tuve con el machismo fue a través de ti. Con cada una de tus expresiones aberrantes sobre las mujeres y con cada comportamiento que tuviste como esposo y como padre. Tu machismo se reflejó hasta el final de tus días, en cada una de tus acciones, de tus palabras y hasta de tus silencios.

Pero GRACIAS otra vez, padre, porque viviendo de la forma en que vivíamos (siempre minando la autoestima y la integridad emocional y mental, al menos de mi persona) y siendo una adolescente, un día me dije a mi misma:

-Jamás volverá a dolerme o a importarme nada de lo  que él (o sea tú, mi padre) me diga, sea bueno o sea malo.

Y así fue… lo cumplí. Nunca más, a partir de entonces, volvieron a afectarme tus comentarios, buenos o malos. Y eso, en verdad, te lo agradezco, pues aprender a que se te resbalen las ofensas, no es nada fácil.

Recuerdo las veces que dejé de hablarte por tu irracional forma de ser, como cuando se divorciaron y no querías darle a mi madre lo que le correspondía; también cuando te pusiste muy alterado aquella vez que fueron a mi casa luego de visitar el asilo. O bien, cuando tú dejaste de hablarme cuando me fui de la casa la primera vez, y luego cuando me separé de mi marido y me fui a Tijuana.

Sí padre,  así es como fuiste, y por lo tanto, así es como te recuerdo…

Y podría mencionar cientos de recuerdos que se me vienen a la mente ahora que escribo sobre ti, pero todos me llevarían a la misma conclusión: Agradecer tu forma de ser porque, sin que fuera tu intención,  me hiciste emocionalmente fuerte…

GRACIAS PADRE por haber sido como fuiste, porque hoy soy tan fuerte que ni siquiera lloré como lo hicieron las demás el día que te marchaste para siempre…

Gracias, porque al afectar mi autoestima,  nunca supe escoger al hombre correcto, y al final  elegí a un marido que también fue abusivo (en su propio estilo), pero  con el mismo machismo y sintiéndose, también,  superior a las mujeres. Cabe resaltar que como padre también resultó ser un fiasco.  Afortunadamente, abrí los ojos a tiempo y pude alejarme de él. Y eso, también te lo debo a tí, porque al final no quise verme como otras mujeres tolerando indefinidamente a sujetos así.

Reconozco que tus bromas y apodos me  hicieron paulatinamente  fuerte, tan fuerte que hoy puedo escuchar de quien sea cualquier comentario hiriente, y no me afecta. Hoy puedo escuchar la palabra PUTA, y me la apropio, pues aprendí que esas 4 letras solo se usan con el único fin de violentar, limitar, controlar y   menospreciar a las mujeres. Es una palabra usada para limitar nuestra, para evitar que nosotras tomemos nuestras propias decisiones sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras mentes… Es un término tan usado y tan expresado a la ligera que ya no debería ofender ni sorprender a ninguna mujer…

Gracias nuevamente, padre, por ayudarme a entender que nunca más debo naturalizar ni  justificar las bromas ni los comentarios hirientes o humillantes de nadie, llámese padre, hermano, primo, novio, esposo, amante, o quien sea. NADIE tiene derecho de atentar contra la autoestima y la integridad de una mujer, ni siquiera un progenitor.

Hoy soy madre y tampoco soy perfecta, tengo miles y grandes fallas, pero gracias a tu ejemplo, trato de ser lo contrario a ti:

Intento tener una comunicación cercana y respetuosa con mi hija; no le pongo apodos ni la humillo por su apariencia; trato de reforzar y fortalecer su autoestima (no de aniquilarla); trato de ser solidaria; trato de apoyarla; trato de hacerla  fuerte sin tener que hacerla pasar por experiencias amargas; no la comparo con nadie ni la ignoro. Tampoco la trato como “loca” ni le achaco toda la responsabilidad de los problemas que haya en nuestra relación. No la hago sentir culpable ni me hago la víctima. No quiero que me tema, quiero que me ame...

Repito, estoy muy lejos de ser una madre perfecta (ni pretendo serlo, siempre lo he dicho), lo único que  deseo es motivarla para que sea una mujer feliz, segura, autosuficiente y, sobre todas las cosas,  que se ame y se acepte a ella misma.

Solo el tiempo (y ella misma) dirán si lo logré. Ya le tocará a ella escribir o decirme frente a frente si hice o no un trabajo aceptable como madre. Y espero, entonces, poder ayudarla a sanar las heridas que yo le haya causado con mi influencia.

Antes de finalizar, hay algo que deseo agradecerte muy especialmente padre…  Y es que a pesar de toda nuestra historia, siempre recordaré que meses antes de tu fallecimiento tuviste la iniciativa de acercarte a mi justo en aquellos momentos que mi hija y yo nos encontrábamos distanciadas de ustedes. Ese acercamiento que buscaste, trajo un poco de calma a nuestra relación y fue determinante para poder estar en paz hoy….

No olvido las palabras que te dije en esa ocasión: “Es increíble padre que a estas alturas, sea precisamente contigo con quien esté hablando de forma calmada y razonable”.

Y sí, aun hoy me resulta increíble haber podido hablar contigo aquella vez como nunca antes lo habíamos hecho. Y es que en esa ocasión supiste, por primera vez, escucharme; fuiste asombrosamente comprensivo y me diste las palabras de aliento que necesitaba en aquel momento, lloraste al escuchar mi dolor, mi decepción, mi angustia…

Sin saberlo,  esa fue nuestra forma de despedirnos; no hubo aclaraciones ni reclamos, solo un intento de tu parte por acercarte a mi persona y consolarme. No sé si lo hiciste de corazón o no, pero al menos, mostraste un esfuerzo por intentarlo,  y eso lo agradeceré siempre padre.

Y también debo reconocer que, por la razón que haya sido, siempre estuviste presente en cada etapa de mi vida, ya sea para bien o para mal,  pero siempre te mantuviste cerca, y eso no puedo negarlo ni desconocerlo.

Solo me resta decirte, gracias padre, por ser como fuiste, porque sin proponértelo sigues siendo un ejemplo de lo que quiero y NO quiero en mi vida, así como de lo que deseo y de lo que tampoco deseo ser, tanto como madre y como persona.  Al final, gracias al papel que desempeñaste como padre, junto con mi madre,  aprendí a esculpir, con muchos trabajos, la mujer que, para bien o para mal,  hoy soy... y por eso te digo, gracias padre.

((( )))

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