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martes, 21 de febrero de 2012

VIOLENCIA ECONÓMICA: Delito machista encubierto



Gabriela se casó muy joven, dejó la preparatoria y se dedicó por completo a su hogar. Ahora tiene 25 años, dos hijos y un marido con quien, confiesa, no es feliz. “Jamás me ha pegado, pero me controla en todo, siempre me pide cuentas sobre lo que gasto y… me hace sentir muy mal”.  
La situación que Gabriela y sus hijos padecen es un reflejo de la dominación y control que su esposo ejerce en contra de ella. El abuso económico no es inofensivo, es una agresión que logra asfixiar, desvalorizar, humillar y transgredir el derecho fundamental a la subsistencia que toda mujer debe gozar plena y dignamente. 

Una de las razones por las que les ha gustado a los hombres las mujeres tímidas es porque al “protegerlas” se les domina”, dijo alguna vez un poeta. Y formas de dominación hay muchas. No sólo los golpes y las agresiones verbales son violencia, también existen otras formas de maltrato contra las mujeres, y una de ellas, que hasta hace poco ha sido considerada como tal, es la violencia económica.

En la violencia económica, el hombre (generalmente) usa el poder económico para provocar un daño a su pareja. 

Las víctimas son privadas o tienen muy restringido el manejo del dinero y la administración de los bienes, con lo que se crea una situación de estrés en la familia, relacionado con los ingresos económicos. Del mismo modo, el agresor busca  evitar que la mujer tenga acceso a los bienes muebles e inmuebles que por vínculo matrimonial o de hecho ella tiene derecho y le pertenecen.  Así,  muchas veces el hombre pone los bienes a nombre de otra persona como forma de esconderlos o los retiene de manera arbitraria. 


Las mujeres que se encuentran en esta situación son obligadas a mantenerse dentro de un esquema de conducta muy rígido, mientras no tengan la capacidad de lograr su independencia financiera”, afirma un especialista en el tema. 

Solemos caer en la idea de que “el que paga manda”, y esto en la pareja más que ayudar perjudica la relación

Desde los principios de nuestra sociedad machista,  el hombre ha sido considerado como el que debe asumir las riendas del hogar, ser el mayor proveedor y el que conseguía el dinero para la casa, mientras la mujer se quedaba en el hogar criando hijos y manteniendo la administración de este.


Desafortunadamente, más que una fórmula de cooperación para que como familia o pareja se lograran objetivos comunes, estas ideas derivaron en abusos, chantajes y violencia. Muchos hombres usan el poder de un sueldo para dominar a su víctima. Aún ahora, muchos hombres creen que tienen el derecho de darles permiso a sus parejas de trabajar o lo aceptan porque es una entrada económica necesaria para sostener a la familia, pero se sienten incómodos si es ella quien tiene mejor puesto o mayor salario.

Normalmente creemos que quien tiene el dinero tiene el poder. Se acepta que quien más aporta suele sentirse el dominante y quien menos posibilidades tiene, tiende a ver su papel en la pareja supeditado al liderazgo del otro, quien no duda en tomar la mayoría de las decisiones.


La violencia económica es una forma de violencia doméstica, donde el abusador controla todo el caudal que ingresa sin importarle quién lo haya ganado, manipula el dinero, dirige, y es el dueño absoluto de todos los bienes muebles e inmuebles. Es una manifestación del crimen que afecta a numerosas mujeres y hogares. Es un delito que se extiende irremediablemente hacia los hijos de las víctimas.  

El agresor puede incidir de dos formas frente a su pareja: 
* La primera es que él es el proveedor por excelencia, en la casa no falta nada, el refrigerador lleno, todos los servicios pagados, no se debe nada... pero todo es de él. Controla cada peso, supervisa hasta lo que se gasta la mujer  en el salón de belleza, no le da efectivo a su pareja (todo es con tarjeta, pues así vigila y controla los gastos), la vivienda es de él y  amenaza con quitarle todo a la mujer y dejarla sin nada, hasta con quedarse con lo hijos, con cualquier pretexto.

* La segunda es todo lo contrario. Es aquel agresor que “vive de su mujer”, pero a pesar de que ella mantiene el hogar, éste se atribuye la postura de manejar todo el patrimonio como si fuera dueño absoluto de todo y, de esa forma,  fiscaliza y supervisa todos los gastos, ingresos y demás decisiones alternas. El agresor en estos casos lo hace a veces de una manera muy sutil, siempre dice que no tiene dinero, que tiene que ayudar a su madre, que le robaron la cartera, que se le perdió el dinero, que le bajaron el sueldo (nunca dice cuánto gana), algunos incluso tienen sus cuentas y bienes a nombre de otras personas, se hacen de la vista gorda, pues saben que su pareja no va permitir, por ejemplo, que corten la energía eléctrica, o saquen a los niños de la escuela, etc. 


Debemos de estar alertas, pues muchas veces ocurren este tipo de situaciones casi sin darnos  cuenta. Hay que poner las cosas claras, incluso si la mujer no trabaja fuera del hogar, su trabajo dentro de  éste debe de ser reconocido como un aporte al núcleo familiar y a la comunidad. No debemos permitir agresiones de ninguna índole, seamos independientes en la medida de lo posible y pongamos límites a los abusos y controles.





Violencia Económica

La violencia económica significa perjudicar a alguna persona en sus legítimos derechos o situación económica, atentar contra su subsistencia o privarla de sus legítimas ganancias y propiedad. 

Son todas aquellas acciones u omisiones que afectan la economía de las mujeres, a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, en la restricción, limitación y/o negación injustificada para obtener recursos económicos, percepción de un salario menor por igual trabajo, explotación laboral, exigencia de exámenes de no gravidez, así como la discriminación para la promoción laboral.


Las personas agresoras utilizan el dinero como medio para transgredir los derechos de las mujeres. Por ejemplo, se ejerce violencia económica en contra de las mujeres, al negarle el dinero suficiente para que se satisfagan sus necesidades elementales tales como: comer, vestirse, tener actividades de recreación, un lugar digno en donde vivir, tener derecho a una clínica de salud en el momento que sea necesario, hombres que se niegan a proporcionarle una pensión alimenticia, no permitirle trabajar para evitar su autonomía económica, etc. 

Las formas de violencia económica que se reportan en mayor medida contra las mujeres son: el reclamo sobre cómo gastan el dinero, la prohibición para trabajar o estudiar, la acusación de que la pareja se ha gastado el dinero destinado al hogar en otras cosas de menor importancia, la amenaza de no recibir el gasto y que el cónyuge se adueñe de bienes que eran propiedad de ella. 


La violencia económica es la segunda que padecen las mujeres, después de la emocional. 

Ejemplos: 

Algunos comportamientos que le revelan a una mujer que esta viviendo abuso económico son los siguientes: no tiene acceso a una chequera ni tarjetas de crédito. Tiene que dar cuentas de todo lo que gasta. Su pareja es quien controla todos los gastos. No puede participar en las decisiones económicas del hogar y si trabaja, tiene que hacer entrega de su cheque completo a su pareja. 

La persona agresora le hace creer a la mujer que sin él, ella no podría ni siquiera comer, limitarla con el dinero, (por lo que muchas veces las mujeres tienen que hacer verdaderas maravillas para que el dinero alcance por lo menos para comer), no reconocerle el trabajo doméstico que realiza en el hogar porque esa actividad se considera su obligación. 


La mayoría de las mujeres que trabajan en el espacio público también lo tienen que hacer en el hogar porque el esposo (y ellas) consideran que esas actividades son únicamente  responsabilidad de las féminas. 

Violencia Patrimonial

Son todas acciones u omisiones que ocasionan daños o menoscabos en los bienes muebles o inmuebles de las mujeres y de su patrimonio; también puede consistir en la sustracción, destrucción, desaparición, ocultamiento o retención de objetos, documentos personales, bienes o valores o recursos económicos, percepción de un salario menor por igual trabajo, explotación laboral, exigencia de exámenes de no embarazo, así como discriminación para la promoción laboral. 

Ejemplos: 
Este tipo de violencia también se puede ejercer por medio del robo, del fraude y por la destrucción de objetos que pertenecen a la mujer.Algunos de los ejemplos más comunes son: quitarle las herencias recibidas, destruir sus objetos personales (como ropa, joyas, etc.), quitarle su salario, robarle objetos personales o bienes inmuebles, vender sus objetos personales o bienes inmuebles sin su consentimiento, esconderle su correspondencia o documentos personales, etc. 

La violencia económica y patrimonial  deben ser denunciadas, tal y  como se hace con los otros  tipos de violencia que afectan nuestra integridad y estabilidad. Las leyes tipifican la violencia económica y patrimonial como un tipo de agresión intrafamiliar… es un maltrato igual que los demás. 


Arma de dominación y control 
Sin duda, el dinero otorga poder. Cuando en una relación hay tendencia hacia la violencia (del tipo que sea, sexual, psicológica, espiritual, física, etc.), el dinero se convierte en un medio más de opresión hacia la persona que se quiere dominar. 

Los estereotipos de género, transmitidos y perpetuados por la familia, la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general, sientan las bases para el desequilibrio de poder que se presentan en relaciones  de pareja, noviazgo o matrimonio. 

A pesar de los esfuerzos realizados por numerosas organizaciones tendientes a difundir y promover ideas de igualdad y en contra de la discriminación, podemos comprobar que los estereotipos sobre el manejo, control y adquisición de los recursos económicos, siguen existiendo y son respaldados por amplios sectores de la población, pero solo fomentan la dependencia de las mujeres. 

Estereotipos predominantes: 
* las mujeres son inferiores a los hombres, 
* el hombre es el jefe del hogar, 
* el hombre tiene derechos de propiedad sobre la mujer y los hijos 
* la privacidad del hogar debe prevalecer aún en casos de violencia 

Un sistema de creencias sostenido en tales premisas, tiene como consecuencia inmediata la noción de que un hombre tiene el derecho y la obligación de imponer medidas disciplinarias para controlar el comportamiento de quienes están a su cargo, principalmente, el de su pareja. 

Cuando el que paga se siente con derecho a controlar, manipular, mandar, estigmatizar o exigir, están dadas las condiciones para el abuso en cualquiera de sus formas. 

Lamentablemente, el control y abuso económico no se detecta a tiempo, es desconocido por la mujer, quien lo descubre cuando se expresa mediante actos de violencia física. 


La violencia de género se favorece cuando hay dependencia económica, puesto que la mujer se encuentra en desventaja relativa para poder salir de la situación de abuso o buscar, con independencia de recursos, otros horizontes para sí misma y sus hijos. 

Es necesario que se reconozcan los derechos económicos de las mujeres, como el trabajo o empleo digno, el acceso a créditos, tierra, tecnología y capacitación para la inserción a la vida productiva, salarios y prestaciones justas, acceso a servicios de comercialización y técnica apropiada, oportunidades de generación de ingresos, y algo muy importante, derecho a que se visibilice y reconozca el trabajo doméstico no remunerado, como un valioso aporte a la economía. Todos ellos son violentados cotidianamente y su impacto en la salud física y mental de las mujeres es altamente nocivo para el desarrollo de cualquier país.

La remuneración desigual por razón de género o edad, la doble y triple jornadas de las mujeres, la falta de trabajo y empleo, los maltratos y acosos en los centros de trabajo, el no pago de las prestaciones por parte de la patronal y la explotación inhumana en fábricas y maquilas, también son expresiones de violencia económica.

Efectos de la dependencia económica 
Uno de los efectos que tiene la violencia económica contra la mujer dentro de la familia son las relaciones de dependencia que se establecen entre ella y su proveedor económico. Si además de la violencia económica, la mujer es víctima de violencia sexual o de pareja para ella puede ser más difícil tomar la decisión de denunciar, alejarse o abandonar a su pareja. 


La violencia económica, incluso en contextos diferentes al familiar, puede tener serias repercusiones sobre la autoestima y el empoderamiento de las mujeres, lo cual las hace más vulnerables a ser víctimas de otros tipos de violencia. 


En los casos en los que los padres no asumen su responsabilidad y las mujeres se ven obligadas a asumir solas el cuidado y mantenimiento de los hijos se está produciendo una reducción en su patrimonio y en la capacidad de satisfacer sus necesidades y las de su familia. Este delito es particularmente preocupante cuando afecta a las mujeres que no tienen empleo ni cuentan con otra fuente de ingresos, ya que las hacen más vulnerables a caer en la pobreza extrema. 

Las mujeres económicamente dependientes generan algunos mecanismos en la relación de pareja, que tarde o temprano, crean las condiciones ideológicas para la violencia de género. 


Sufren, en mayor grado que otras mujeres, de problemas de autoestima. Es cosa de preguntarle a una mujer que no recibe remuneración independiente, en qué trabaja. A menudo la respuesta será: "No trabajo, yo estoy en casa". Sin entender la gravedad de lo que dice, y sin captar que, con dicha respuesta, está rebajando su propia labor hogareña, al considerarla como si eso no fuera trabajo.  Malamente no es un trabajo remunerado, pero es un trabajo que se realiza sin horarios, sin vacaciones, sin límites de tiempo, sin excusas para ausentarse, y siempre con obligaciones y responsabilidades.


Muchas mujeres se convierten en mendigas en sus propios hogares, al tener que estar pidiendo dinero para cubrir las necesidades básicas de la familia. Esto es más cierto en aquellas relaciones donde los varones monopolizan la administración de los recursos. 


Frases como "tengo que pedirle permiso a mi marido", "él tiene que tomar la decisión", "la última palabra la tiene mi esposo", etc. No son más que una forma infantil de relación, que a la larga genera daño emocional y dificultad para madurar y crecer como persona. 



Algunas no saben manejar cuentas bancarias, hacer inversiones, definir presupuestos a largo plazo, etc., porque los maridos monopolizan dicha función. 


Una mujer que no tiene independencia económica está a merced de su verdugo, que sabiendo su vulnerabilidad logra manipularla para ejercer sobre ella el poder que el dinero le otorga. 


Test: ¿Sufres de Violencia económica?
1.- ¿Tu pareja te da menos gasto o se desentiende de las cuentas cuando están enojados? (luz, agua, gas, vivienda, despensa) 

2.- ¿Tienes que pedirle permiso a tu pareja para comprarte un vestido o unos zapatos? 

3.- ¿Él decide como se distribuye el dinero? 

4.- ¿Piensa que el dinero que gana es de él y no de los dos? 

5.- ¿No tienes idea cuánto gana ni dónde tiene guardado el dinero? 

6.- ¿No te da gasto si no tienes sexo con él? 

7.- ¿Se ha gastado el dinero que tenían asignado para determinada actividad en otra cosa sin justificación? 

8.- ¿Pides prestado porque tu pareja no quiere cubrir algún gasto de la familia? 

9.- ¿Controla tus ingresos? 

10.- ¿Menosprecia el trabajo que haces en casa? 

Evaluación

Respondiste SÍ a más de tres preguntas: ¡¡CUIDADO, tu pareja está ejerciendo violencia económica!! 

¿Qué hacer? 

Reconocer y admitir la situación
Lamentablemente, muchas mujeres no asocian la violencia doméstica con el abuso económico. Muchas   de las víctimas que sufren de este tipo de abuso ni siquiera han escuchado el término. 

A menudo es difícil lograr que la mujer haga algo para detener este abuso, porque creen que su problema no es lo suficientemente serio o dañino como para intentar detenerlo. 


En la mayoría de los casos, las mujeres permiten la violencia económica porque piensan que no son capaces de salir adelante solas. Muchas veces acaban por creerle a su pareja que nunca lograrán obtener un trabajo, y terminan supeditadas a la autoridad masculina.

Pero esto no tiene por qué ser así. Lo primero que tienen que hacer  es valorizarse, creer en ellas mismas y convencerse de que pueden obtener sus propios ingresos. 

En el caso de Gabriela, quien dependía completamente de su esposo hasta hace unos meses, sus circunstancias la obligaron a buscar alternativas de trabajo. “He aprendido a cortar el cabello y hacer otras cosas que me han ayudado económicamente. Aunque me falta mucho por hacer, creo que he dado un gran paso y me siento muy contenta por ello”. 


Si te identificas con lo antes mencionado, es necesario que te informes de qué está pasando con el dinero en tu hogar, qué deudas tienen, con qué ahorros cuentas, los tipos de seguro que se pagan , entre otras cosas.


Exige participación en las decisiones de dinero, conoce dónde están las copias de todos los papeles financieros importantes. Quizás al principio te resulte complicado, pero después te encantará saber dónde estás parada.

Actualmente existen centros de atención y leyes que apoyan a las víctimas de cualquier tipo de maltrato, pero lo importante es que decidas poner un alto a una situación perjudicial para ti y tu familia. La ayuda está al alcance para defender TUS derechos. 

Prevención 
La mayoría de los estudios y análisis del tema enseñan que hay que formar una generación nueva, con otra perspectiva no sólo frente al dinero, su adquisición y administración, sino con la forma de interactuar con las parejas. 


Una generación que siga creyendo que el dinero lo gana y lo administra el marido, y que la mujer sigue los dictados del varón, simplemente, seguirá creando violencia, dependencia, abuso y lucha de poder. En pocas palabras:  el que los varones se sientan proveedores despierta la dominación y el sometimiento, precisamente porque es el sentimiento que genera el saberse dueños absolutos del control. 

Animar a las mujeres jóvenes a ser económicamente independientes, es darles herramientas para no caer en el juego de la dependencia emocional que las lleve a ser víctimas de violencia de género. Educar a los varones para entender que una pareja sana comparte la administración de los recursos sin luchas de poder, sino con equidad y equilibrio, es hacerle un favor a la siguiente generación. 

Del mismo modo, se necesita generar una cultura donde se vea el trabajo de la mujer como digno y con igualdad, para evitar que sólo se vea como complementario, provocando "la invisibilidad" del trabajo femenino, otorgándole un carácter de menor trascendencia social. 


Pension alimenticia 
Cuando un hombre se niega a dar la pensión alimenticia, incumple con un mandato constitucional, pero sobre todo niega un derecho fundamental de las mujeres y de sus hijos. 

Esa situación, que por lo general provoca tensión en la relación de los ex cónyuges, es también una forma de violencia hacia la mujer que se deben combatir mediante disposiciones legales que pongan en claro que el cumplimiento de las obligaciones de un padre no está a negociación y, mucho menos, es voluntario. 

La pensión alimenticia NO es un favor o una limosna. Es un derecho que todas las mujeres que han dedicado sus vidas al hogar tienen, y es una obligación que deben exigir a quien le corresponde otorgarla. El derecho de toda niña y mujer a vivir sin violencia es fundamental, y la violencia económica es un delito que debe denunciarse y castigarse. 

Colofón
Cerremos con otro caso: Sabemos que en una relación destructiva, el objetivo primordial del agresor es minimizar a su víctima hasta colocarla en un deplorable estado de indefensión. Para tales efectos ejerce diversos medios como la humillación, ataques a la autoestima, la violencia sutil (micromachismos), el aislamiento, los celos, la manipulación emocional, la fuerza física, la violencia sexual y el control económico. 
Cuando  se unen, el hombre comienza encubriendo sus intenciones de dominación con actos "sutiles", logrando convertir a la mujer en dependiente económico y emocional.  
Mi vida matrimonial estuvo plagada de controles y sometimientos de todo tipo, especialmente en el aspecto económico. Aún así, permanecí en nombre de un falso amor junto a un sujeto manipulador y asfixiante. Entregué mi vida entera, sacrifiqué necesidades para construir el patrimonio familiar, impulsé al susodicho a superarse cada día en su profesión y en su proyección personal, así como otorgar lujos a los demás. Cuando fui desechada como un plato usado, pude darme cuenta que yo no era dueña de nada (a pesar de tener cosas a mi nombre y de haberme casado bajo el régimen de sociedad conyugal). No era dueña ni siquiera de mi propia vida, pues a pesar de habernos separado, él sigue ejerciendo violencia de todo tipo en contra de mi persona. 
Hoy no tengo nada, en cambio, él vive en NUESTRA casa, goza de un trabajo que, en principio,  no se atrevía a aceptar por su inseguridad, pero que superó gracias a mi apoyo. Vive rodeado de muebles que compramos con muchos esfuerzos y sacrificios, es más, goza de  bienes míos, que fueron regalos o herencias familiares. Impidió  vilmente que me llevara cosas personales, como ropa, documentos, recuerdos y  hasta pretendió adueñarse de mi propia dignidad. Me humilló, me amenazó y me chantajeó para que yo firmara documentos en blanco, así como un alevoso "convenio" previamente elaborado por un "abogado", donde él se apodera de los derechos de los bienes adquiridos dentro del matrimonio. No lo detecté  en aquel momento, pero ahora sé que viví violencia emocional, psicológica, física (por los daños causados a mi salud),  económica y patrimonial. No obstante, hoy continúo padeciendo agresiones que vulneran mis derechos.
Por decisión unilateral del maltratador en cuestión, no merezco pensión alimenticia ni retribución económica de ninguna especie, ni siquiera merezco recuperar mis cosas personales de las que fui, descaradamente, despojada. Para lograr su objetivo, él se dedica a  mover cielo, mar y tierra con el único fin de evadir cualquier obligación legal, pues de las obligaciones morales mejor ni hablar.  
Estas vivencias que les comparto, son un complemento al testimonio que dí hace algunos meses en el programa MAMÁ EN CONSTRUCCIÓN del canal TVC, bajo la conducción de la prestigiada periodista Julieta Lujambio. En dicha emisión se abordó el tema de la VIOLENCIA ECONÓMICA y su influencia en los hijos y que a continuación les comparto. Agradezco a la conductora y, principalmente,  a mi querido y admirado "ángel femenino" por la invitación. Fue un honor haber tenido la oportunidad de conversar con dos mujeres trabajadoras, independientes, triunfadoras y luchadoras incansables por los derechos de las mujeres. 

La impotencia ante tantos abusos es abrumadora. Dejé a un lado mi carrera profesional para dedicarme por completo a mi hogar durante 18 años, tal y como él me lo pidió. Ahora sé que mis esfuerzos, mis sacrificios y  mi entrega absoluta fueron en vano, pues el sujeto nunca valió la pena. Mis derechos han sido vulnerados de forma descarada en más de una ocasión, pero estoy convencida que debo seguir luchando para que sean reconocidos y respetados. 
A pesar de la indolencia que las autoridades demuestran en muchos casos, es necesario  seguir DENUNCIANDO y exigir la atención debida, el respeto a nuestra dignidad e implorar justicia para acabar con la impunidad. La denuncia es imprescindible, aunque parezca inútil. Existen leyes que nos protegen, pero debemos informarnos y exigir que se apliquen. 
Es necesario hacer visible todo tipo de agresión, imponiendo decisión, seguridad y valor para reclamar lo que nos corresponde, pero sobre todo, UNA VIDA LIBRE DE TODAS LAS FORMAS DE VIOLENCIA. 
Mi intención al compartir esta lamentable experiencia es con el fin de que muchas de ustedes, mujeres maltratadas y sometidas, reaccionen ante los controles abusivos de sujetos sin escrúpulos. Mujeres: ¡¡NO LO PERMITAN!! No se abandonen, no se conviertan en dependientes emocionales ni económicos de nadie...ninguno tipo vale la pena. Sean independientes, fíjense metas, luchen por sus sueños y nunca cesen en su afán de conseguir la autosuficiencia económica, la independencia emocional y la dignidad que merecen.






MUJER: 

¿HASTA CUÁNDO...?


Es necesario y urgente enfatizar que este tipo de violencia no es natural y requiere hacerla visible, denunciarla y luchar para su erradicación para lograr avanzar en una sociedad más equitativa y justa. 


La educación juega un papel fundamental en la formación de un nuevo tipo de relacionamiento, más equitativo, justo y solidario. 


Basta de transmitir mitos y estereotipos que solo nos han perjudicado: "Yo pago, yo controlo, yo maltrato, yo decido, yo golpeo..." El control del dinero como arma de poder sobre la vida y muerte de las mujeres debe ser sancionado. 


Las mujeres no podemos seguir siendo violentadas en ninguna forma. No somos las únicas responsables del cuidado de nuestras familias. Queremos que nuestra labor en el hogar sea reconocida, queremos oportunidades dignas para trabajar y que el trabajo del cuidado familiar, el que garantiza la vida de toda la sociedad, sea valorado social y económicamente. 



¡LA VIOLENCIA ECONÓMICA NOS AFECTA... 
DENUNCIARLA  ES NUESTRO DERECHO! 


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