Las mujeres, por cultura, somos socializadas para dar, dar y dar. Esto también incluye nuestro dinero: es sólouna de las innumerables formas en que las mujeres aprendimos a demostrar nuestro amor y deseo de protección. Damos dinero, aunque esto signifique vender pertenencias, herencias, joyas, sacarlo de líneas de crédito hipotecario, incurrir en deudas mayores en las tarjetas de crédito o prestarnos como avales para que nuestra pareja acceda a un crédito. Decimos “sí” a cualquier cosa que nos pidan (incluido, por estúpido que parezca, firmar documentos sin leerlos pues, se trata de nuestro marido) en lugar de detenernos a valorar el efecto que tendrá en nuestra vida emocional y, más terrible aún, en nuestra vida financiera. Muchas mujeres tendemos a permitir que otras personas manejen nuestro dinero y nos organicen la vida. Siempre ponemos las necesidades de l@s demás por delante de las nuestras – no vayan a pensar que somos una egoístas o que no amamos lo suficiente. Es como si fuera más importante ayudar a l@s demás que a nosotras mismas ¿Te suena familiar? Tal vez has conocido mujeres que:
· Ceden una cantidad importante que tenían para realizar un plan personal a una hermana que, cuando iba a casarse, vio una oportunidad inmejorable para hacerse con una casa propia en vez de rentar, pero debe dejar un adelanto ya…bueno, es mi hermana, si no nos ayudamos en familia, ¿quién más lo hará?
· La novia que vende todas sus joyas, entrega todo su sueldo a partir de que se compromete en matrimonio con su novio, acepta pagar más de la mitad del enganche del departamento que tendrán, se percata de que la casa queda a nombre de su futuro esposo y no dice nada aunque siente que ha sido injustamente tratada.
· La misma novia que no se atreve a hablar de dinero y de cómo será manejado éste en cuanto se casen porque cree que esto hará que él se desilusione al considerarla una materialista interesada y controladora.
· La hija que cuida de sus herman@s y padres por años y, cuando es ella quien necesita, encuentra sólo espaldas pues están acostumbrados a ser ellos los beneficiarios, no quienes apoyan.
· La compañera de universidad que presta siempre dinero, financia cigarrillos, copias, libros, entradas al cine o teatro porque ella ya trabaja y las otras, “pobrecillas,” no pueden darse ese lujo.
· La madre que continúa sacando de apuros a sus hijos, ya adultos, cada vez que cometen una imprudencia con su dinero y quedan en bancarrota o casi.
· La madre viuda que hereda en vida a sus hijos, creyendo que, mientras viva, se ocuparán de ella, para encontrarse muy pronto en un asilo o, peor, de arrimada en su propia casa.
· La mujer que permite que su hermana, que es muy buena en el manejo del dinero, se haga cargo de nuestro salario y se lo entregamos íntegro, mes a mes, después de todo, ella sabe mejor.
Esto, como ya puedes intuirlo, suele resultar peligroso pues, en ocasiones, nos relacionamos con hombres deshonestos que no tendrán el menor escrúpulo en tomar ventaja de esa, nuestra muy “femenina” forma de demostrar que los queremos.
Cuando la situación explota, tomamos la decisión de divorciarnos y vamos descubriendo como se fue dando abuso tras abuso a lo largo del matrimonio y eso no se detendrá durante el proceso de divorcio ni al final, por más que las leyes – letra muerta, las más de las veces – digan que ahora protegen a las mujeres. Habrá que empezar de cero con un conocimiento ínfimo acerca del manejo del dinero.
¿Qué hacer? La lógica nos dice que, sencillamente, desde un principio debemos hablar y decir NO a aquellas peticiones con las que no estamos del todo de acuerdo o que nos benefician a nosotras; sin embargo, esa vocecita de esta cultura nuestra que nos empuja a dar prioridad a los demás, en especial a nuestra pareja, no para de decirnos que debemos ceder. Es más fácil llegar a una verdadera debacle financiera diciendo sí a todo que atreverte a poner límites mediante el uso de la temida palabra NO, tan poco femenina, ella.
Quiero que veas la siguiente estadística con la que me topé y pienses, con base en la costumbre que tenemos de dejar que otros manejen nuestras finanzas, y de decir sí a todo para que no dejen de querernos, en dónde te gustaría estar y cómo, tu insistencia en decir siempre sí a todo lo que te piden los demás, dificulta que consigas construir un futuro financieramente estable, especialmente, a una edad en la que ya no podrás trabajar. Recuerda, por otro lado, que las mujeres que continúan casadas sobreviven a sus parejas, un promedio de 7 años. ¿Cómo te imaginas que serán esos 7 años siendo ya mayor y una analfabeta financiera?
La siguiente es una estadística verdadera y que debería ponerte a pensar en la pertinencia de ser siempre tan dócil cuando de tu dinero se trata:
De 100 personas al llegar a la edad de los 65 años:
1………. Es financieramente independiente.
4 ………. Tienen ingresos.
3 ………. Siguen trabajando.
16 ………. Ya han fallecido.
76 ………. Dependen de alguien más.
¡El 92% de las personas han fallecido o se encuentran absolutamente sin recursos!
Esto resulta más preocupante si lo asociamos a la siguiente estadística:
Por las manos de estas personas, a la edad de 65 años, y para entonces sin recursos, pasaron durante su vida productiva pequeñas fortunas que ni se imaginan, y, lo más posible es que por falta de educación financiera, no supieron cómo aprovecharla.
Tal vez cientos de miles de pesos han pasado y pasarán por tus manos a lo largo de tu vida y, la manera en que lo manejes el día de hoy, determinará cómo vivirás el día de mañana.
El dinero que necesitarás para sostener tu futuro procederá del dinero ahorrado e invertido durante tus años productivos para ser utilizado más adelante, cuando ya no puedas trabajar.
Evita enfrentar a una debacle financiera; toma responsabilidad por la persona más importante de tu vida: tú misma pues, incluso para amar a tus hij@s y a otros seres cercanos de manera saludable, debes hacerlo desde la plenitud que da una autoestima fuerte, una autoestima que pone límites y que te permite protegerte a ti primero.
((()))
