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miércoles, 16 de noviembre de 2011

CASO: Gladys, sus hijas y su madre


Gladys, sus hijas Adriana y Cecila,  y su madre Elena

Ricardo Alberto Barreda, de profesión odontólogo, era un hombre aparentemente normal, que vivía con su familia en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires.

El 15 de noviembre de 1992, en la casa de Calle 48 entre 11 y 12 en La Plata, Barreda discutió con Gladys Mac Donald, su mujer y luego sin decir una palabra, buscó su escopeta marca Víctor Sarasqueta calibre 16,5 (que le había regalado su suegra) y asesinó a toda su familia: a su esposa Gladys McDonald (de 57 años), a su suegra Elena Arreche (de 86 años) y a sus dos hijas Cecilia (de 26) y Adriana (de 24) eran odontóloga y abogada.

NOMBRE DE LAS VÍCTIMAS:
Gladys McDonald, Cecilia, Adriana y Elena Arreche

VICTIMARIO:
Ricardo Barreda

LUGAR DE LOS HECHOS:
La Plata, Argentina

HECHOS:
Ricardo Barreda dijo que aquel domingo se había levantado con buen ánimo, dispuesto a hacer las paces con su esposa y quebrar así la indiferencia que ella le demostraba constantemente. Fue donde estaba Gladys y le comentó que iba a limpiar las telarañas del techo, a esto su mujer, le contestó con desprecio, “Andá a limpiar, que los trabajajos de conchita, son los que mejor haces“.

La mala relación ya llevaba un tiempo y Barreda recuerda siempre "los oprobios y humillaciones" que habría sufrido por parte de su esposa, hijas y suegra.

Furioso, contestó: “El conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra”. Pero cuando fue a buscar un casco, se le vino encima la imagen de la escopeta Víctor Sarrasqueta de dos caños que su suegra le había llevado de Europa.

Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla”. Tomó la escopeta, la cargó y se llevó cartuchos adicionales en los bolsillos.

Montado en su enojo, caminó hasta el comedor diario: Gladys recibió dos escopetazos. "Mami, está loco", escuchó con nitidez a pesar del estruendo que rebotaba en las paredes. No se detuvo. Esta vez, los disparos fueron contra la chica. A su hija Adriana, dos disparos le destrozaron el pecho y un tercero el cuello.

Caen. Cargo la escopeta y vuelvo a disparar contra ellas. Oigo que baja mi suegra", quien en la mente del dentista es considerada como "la desintegradora de la familia".

"Aparece por el pasillo, y cuando está a la altura de la puerta del comedor, vuelvo a disparar. Dos veces. Veo a Cecilia bajar corriendo por la escalera". Su hija mayor, su preferida, se tiró sobre el cuerpo de su abuela y mirándolo le dijo “¿Qué hiciste hijo de puta?” esta vez los disparos fueron contra Cecilia.

"Le disparé cuando estuvo a tres metros. En ese momento sentí sensación de alivio, de liberación, y de que había hecho justicia”.

Luego de esto recogió los cartuchos y los guardó en el baúl del auto. Con la intención de hacer pasar esto como un robo, Barreda desacomodó los muebles y tiró papeles. Al mediodía tomó su auto y se deshizo de los cartuchos (arrojándolos en una boca de tormenta) y de la escopeta que tiró en un canal en un lugar cercano a Punta Lara. Se sintió tranquilo, pensando que ninguna evidencia podía incriminarlo y se fue al zoológico, luego al cementerio ("para conversar con mis viejos", contó luego) y más tarde a un hotel de alojamiento con su amante, Hilda Bono.

Regresó a su casa cerca de medianoche, al encender la luz vio los 4 cuerpos inermes de su familia. Siguió su plan: llamó a un servicio de ambulancias y cuando llegó junto con la policía, Barreda contó la historia de un robo, fingiendo sorpresa, dolor y una fuerza inquebrantable.

Fue llevado a la comisaría y el comisario Petti sospechó que algo no estaba cerrando en esta historia. El policía entonces tomó un Código Penal y se lo entregó a Barreda, abierto en el art. 34 (que establece la inimputabilidad, para casos en los que la persona no puede comprender la criminalidad de sus actos, por locura o emoción violenta). Barreda entonces, al sentirse más tranquilo, le confiesa a la policía todo lo que había ocurrido ese día.

Declaró los días 7 y 14 de agosto de 1995, donde con mucha serenidad y suma frialdad contó cada detalle del crimen a los jueces que integraban la Sala I de la Cámara Penal (Carlos Hortel, Pedro Soria y María Clelia Rosentock). No se quebró ni mostró arrepentimiento en ningún momento.

Luego de un largo juicio, que fue seguido por toda la opinión pública, Barreda fue codenado a prisión perpetua por tríple homicidio calificado por el vínculo y homicidio simple.

Desde la cárcel afirmaba “Lo volvería a hacer, porque vivía en un infierno y me tenían loco. Eran ellas o yo”.

Años más tarde, Barreda manifestó estar "tremendamente arrepentido" por lo sucedido con "una angustia y un dolor muy hondo"

El odontólogo siguió estudiando. Dio 18 materias en la Facultad de Derecho de La Plata. En las aulas lo aplaudían y felicitaban por el acto que había llevado tras las rejas. Nunca se sintió orgulloso. Nunca volvió a la casa de la calle 48.

El policía:
Angel Petti era subcomisario de la Primera cuando Ricardo Barreda mató a su mujer, sus dos hijas y su suegra. Fue uno de los primeros en llegar a la escena. No se separó del odontólogo hasta que se quebró y confesó. Hoy recuerda aquellas horas, la disposición de los cuerpos, la casona, el hallazgo de la escopeta y la frialdad del homicida. Habla del arresto domiciliario. Y dice: “este hombre no es loco”.

"La tiré en Punta Lara” dijo el odontólogo Ricardo Barreda en referencia a la escopeta. Un escalofrío estremeció de la cabeza a los pies a su único escucha, el entonces subcomisario de la Primera, Angel Petti. Con la jerarquía de comisario inspector se retiró de la Policía bonaerense en octubre de 2005. Fue el investigador que logró que Barreda confesara los cuatro crímenes unas 37 horas después de la masacre. Estuvo 72 horas sin dormir, porque venía de cumplir una guardia. Y no se despegó del odontólogo en ningún momento. Fue quien le abrió el Código Penal para que Barreda leyera el artículo 34 inciso 5to (emoción violenta) y el que terminó por “quebrarlo”.

Confesión:
"Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: "mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís." No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño. Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde estaba Adriana, y ahí disparo."



SEGUIMIENTO:
Tras varias idas y vueltas, la justicia finalmente concedió la libertad condicional a Ricardo Barreda, el odontólogo que asesinó a su mujer, sus hijas y su suegra.

Así lo confirmó su abogado defensor, Eduardo Gutiérrez. Según el letrado, la decisión fue concretada la mañana del 29 de marzo de 2011, y  Barreda ya por la noche, pudo salir de su casa, donde cumplía arresto domiciliario, dirigiéndose a cenar junto a su abogada y novia a un local de San Telmo.

"Al fin se hizo Justicia", expresó el odontólogo al retirarse de los tribunales platenses tras ser notificado del fallo de la sala I de la Cámara Penal de Apelaciones de La Plata junto con su abogado.

La situación de Barreda fue modificada en varias oportunidades en los últimos años. El odontólogo había sido condenado a prisión perpetua en 1995 por el cuádruple homicidio. El último tiempo lo cumplió bajo arresto domiciliario, en una vivienda en el barrio porteño de Belgrano donde convive con su pareja, Berta André. Sin embargo, el pasado 26 de enero, se le revocó el beneficio por violar las condiciones de la prisión domiciliaria.

Esto fue decidido luego de que la justicia accediera a una filmación transmitida por un canal de televisión, en la que se ve a Barreda paseando por las calles de Belgrano, en Capital Federal. Por ese motivo, fue trasladado a la Unidad 12 de Gorina del Servicio Penitenciario Provincial.

El 10 de febrero, una resolución de la Sala I de la Cámara Penal platense,  permitió al odontólogo regresar a su casa a seguir cumpliendo con su pena.

En 1995 fue condenado a prisión perpetua. A principios de 2011 le concedieron el beneficio del arresto domiciliario, por su buena conducta y por ser mayor de 70 años, revocada luego por violarla con la excusa de necesitar ir a una farmacia. El 11 de febrero de este mismo año, el beneficio de prisión domiciliaria le fue devuelto. Luego de violar el arresto domiciliario en marzo de 2011, volvió a la prisión, y al final de ese mismo mes le fue otorgada la libertad condicional.

Las condiciones de la libertad condicional y el arresto domiciliario
Libertad condicional: puede ser otorgada por el juez a los condenados a prisión que hayan cumplido parte de su condena observando con regularidad los reglamentos carcelarios y bajo ciertas condiciones.

Arresto domiciliario: es un beneficio al que pueden acceder: los enfermos cuya detención les impide recuperarse o someterse a un tratamiento adecuado o quienes padecen de una enfermedad en período terminal; los discapacitados para quienes por su condición la reclusión es indigna o inhumana; los mayores de 70 años, las mujeres embarazadas; las madres de niños menores de cinco años o discapacitados


Fuentes:

1 comentario:

  1. SUSANA MICHELI DNI 1243958416 de noviembre de 2011, 17:39

    LAMENTABLEMENTE RICARDO BARREDA ERA EL IDOLO DE MI EXMARIDO,ALEJANDRO ROBERTO PUGLIESE,QUIEN ES JEFE DE ESTADISTICAS DEL HOSPITAL TEODORO ALVAREZ,DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES,EL ME GOLPEABA A MI Y A NUESTROS HIJOS,DURANTE 25 AÑOS,Y NOS HIZO LLEVAR UNA TRISTE VIDA,POR SUERTE NOS HEMOS LIBRADO DE EL,SU PENSAMIENTO ERA QUE BARREDA TUVO RAZONES PARA MATAR NO SOLO A SU ESPOSA,TAMBIEN A SUS HIJAS,PSICOPATA ESTA DE ACUERDO CON OTRO PSICOPATA,POR SUPUESTO

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