¿Qué lleva a un hombre a someter a su pareja, ejercer violencia y, muchas veces, a cometer feminicidio? ¿Por qué muchos hombres tienden a agredir a las mujeres? ¿Qué sienten cuando golpean o cuando insultan? ¿Puede predecirse este comportamiento agresivo? ¿Cómo se ven a sí mismos?... ¿El maltratador nace o se hace?
Un tipo que mata a su pareja no se levanta un día y dice: “Hoy la mato”. Un crimen así, generalmente, es la culminación de un largo proceso en el cual el criminal aprendió a ser abusivo con las mujeres; consciente o inconscientemente, se fue formando como un maltratador, un violento y, en su caso, terminó siendo asesino.
El maltrato NO es una enfermedad mental, no es una patología.
Todas las personas hemos crecido influenciadas por una cultura machista y desigual. El que tiene a la mujer en la mira de sus abusos lo hace por un machismo aprendido, por la desigualdad naturalizada, por la persistente discriminación hacia las mujeres y por considerarlas inferiores, lo que en conjunto, conforma una enfermedad social, no mental.
Desde hace tiempo, los expertos han mencionado que existen ciertos condicionantes que determinan la conducta violenta de sujetos que atacan y subyugan a las mujeres, siendo el machismo el principal generador de violencia, el cual está naturalizado y legitimizado en la mayoría de los países del mundo. A través del machismo, los maltratadores se erigen como auténticos caldos de cultivo donde el germen del comportamiento violento hacia las mujeres florece ilimitada e impunemente.
Los golpes en la mesa, los gritos, los insultos, los desprecios, las palizas y los asesinatos no vienen codificados en los genes. Tampoco dependen de su etnia, ni del nivel intelectual, ni de la posición económica, ni de sus adicciones... NO, un maltratador no nace, se hace. Y se hace desde muy pequeño, a través de lo que ve y aprende en cada entorno: en su hogar, con sus padres, con su familia, en la escuela, en la televisión, en el internet, en la comunidad y en la sociedad en general. Al crecer en ambientes carentes de respeto y de igualdad y donde el machismo y la discriminación prevalecen, muchos hombres tienden a tornarse en abusivos y/o violentos.
El hombre maltratador tiene al miedo y la inseguridad como aliados y al sexismo como cómplice. En otras palabras, el perfil del hombre maltratador es el del hombre machista. Así de fácil, así de aterrador... La agresión, sea del tipo que sea (física, psicológica, sexual, económica), les es placentera y les reconforta en la medida en que reafirma su propia concepción de supremacía.
No podemos negar que las sociedades han otorgado una serie de derechos y privilegios al hombre, dentro y fuera de las relaciones de pareja, lo que ha legitimado históricamente un poder y una dominación sobre la mujer, de manera que el hombre utiliza la violencia hacia su pareja o ex pareja como forma de ejercer su autoridad y mantener el control de la relación.
La desvalorización de la mujer es un mal social que muchas veces se inicia en el hogar.
Cada persona tiene la libertad y la inteligencia de entender y aplicar las enseñanzas de nuestras propias vidas, o hacer los cambios que necesitemos, pero hay que reconocer que hay cosas que se absorben, conscientemente o no, y que replicamos.
Veamos, si un niño vive en un hogar donde la mujer solamente se dedica a las labores de la casa, actúa de una forma sumisa y el padre está ausente, solo es un proveedor y no colabora con las labores del hogar ni la educación de los hijos, ese niño va a observar estas conductas y son las que él va a adquirir. Por tanto, hay que cuestionarse si ese modelo es el que queremos repetir para nuestros hijos
Veamos, si un niño vive en un hogar donde la mujer solamente se dedica a las labores de la casa, actúa de una forma sumisa y el padre está ausente, solo es un proveedor y no colabora con las labores del hogar ni la educación de los hijos, ese niño va a observar estas conductas y son las que él va a adquirir. Por tanto, hay que cuestionarse si ese modelo es el que queremos repetir para nuestros hijos
Hoy los roles de las madres y padres están mucho más combinados que en el pasado. Hay cambios impulsados por las circunstancias económicas y el mismo desarrollo social, donde la esposa es la que sale a trabajar y el esposo es el que se hace cargo de la casa y de los niños. No es inusual ver a familias en las que los dos esposos estudian o trabajan. Allí se empieza a ver una necesidad de flexibilidad en los roles tradicionales para que entre los dos cónyuges compartan los deberes y responsabilidades del cuidado de los hijos, la casa y las finanzas.
El problema empieza cuando un esposo o la esposa se ha criado en un hogar machistas y no cuenta con la habilidad de entender las responsabilidades del hogar y de ayudar con los deberes de la casa. Por ejemplo: la esposa que ha trabajado fuera del hogar, al igual que su esposo, y regresa a la casa con la encomienda de que ella es la única encargada de limpiar y cuidar de sus hijos.
Machismo reflejado en los servidores públicos
Muchas mujeres sufren violencia verbal por parte de sus parejas, lo que deriva en violencia psicológica, amenazas de todo tipo, jaloneos, humillaciones y todo tipo de vejaciones, que cada vez se intensifican más. Pero cuando no hay marcas visibles de golpes, raramente estas conductas machistas se toman como violencia en una declaración, en una demanda o denuncia, máxime cuando es un hombre (y a veces hasta una mujer) quien toma la declaración; si no hay pruebas de golpes o huellas visibles de maltrato, simplemente ignoran y minimizan estas conductas, o bien, revictimizan a las mujeres cuestionando su versión: “Seguramente usted lo provocó”.
La ideología machista de quienes hacen y ejercen las leyes influye sobre manera en el actuar de quienes las hacen valer, o al menos eso aparentan. Hemos sido testigos de diferentes comentarios por parte de quienes son servidores públicos al referirse a los derechos de las mujeres; suelen ser despectivos y se toman la atribución de juzgarlas por su comportamiento, por la forma de vestirse, por el trabajo en el que se desenvuelven o simplemente por el hecho de ser mujeres.
¿Y nosotras las mujeres... qué?
Tal vez deberíamos preguntarnos: Así como un maltratador no nace, sino que se hace a través de estereotipos, prejuicios, creencias y ejemplos que aprende en su entorno ¿las mujeres “sumisas”, dependientes emocionales (que no es lo mismo que dependientes económicas) y permisivas también se hacen de la misma forma? ¿Qué les estamos enseñando a nuestras hijas? ¿Será que en el hogar, en los medios y/o en la escuela les estamos enviando un mensaje de ser indefensas, complacientes y menos capaces que los hombres? ¿Acaso no es importante fomentar desde la niñez la autoestima y el valor de las mujeres? ¿Qué aspiración tendrán muchas niñas, cuando ven en la televisión o en los medios las múltiples maneras de cosificar a las mujeres? ¿Qué hacemos, desde nuestros entornos, por construir una sociedad respetuosa e igualitaria? ¿Por qué muchas, muchísimas mujeres, al crecer creen que no tener pareja es sinónimo de fracaso o de soledad?
Siendo honesta, considero que así como hemos podido criar futuros "machos", también hemos sido, de una u otra forma, culpables de formar mujeres temerosas, dependientes, anuladas, dispuestas a someterse a la voluntad de sus parejas.
Debemos poner mucha atención en la educación que estamos dándole a nuestras hijas e hijos, especialmente, debemos inculcar el respeto y la igualdad en nuestros hijos varones, pues esta sociedad machista, no se cansará nunca de bombardearnos con estereotipos, prejuicios y toda clase de mensajes que solo fomentan la discriminación hacia las mujeres, y con ello, la preservación dominante del machismo.
¿Qué podemos hacer madres y padres para evitar que nuestros hijos lleguen a ser hombres maltratadores?
Algunas recomendaciones son:
Algunas recomendaciones son:
- Potencia una actitud crítica sobre los mensajes que mandan el cine, la música, la literatura y la publicidad.
- Habla con tu hijo sobre el amor y las relaciones afectivas.
- Ayuda a tu hijo desde pequeño a cuestionarse los roles sociales establecidos para cada género. La mayoría son estereotipos asignados.
-Educa en igualdad. Esto implica que el proceso de crianza esté libre de estereotipos y expectativas relacionadas con el sexo.
- No toleres frases hechas, refranes, comentarios o chistes sexistas o que naturalicen la violencia.
- Enseña a tu hijo que los conflictos siempre se solucionan a través del diálogo, sin gritos, insultos, faltas de respeto, intimidaciones o cualquier otro tipo de agresión.
- Es esencial predicar con el ejemplo y que los conflictos que surjan entre los miembros de la familia se solucionen a través de la comunicación.
- La familia debe ser considerada por el menor un espacio seguro en el que pueda expresar temores y donde encuentre apoyo para afrontarlos.
- Evita los favoritismos y las comparaciones con hermanas/os o compañeras/ os o aprenderá a medir su valía en función de las virtudes y defectos de los demás.
- Trata de facilitarle actividades que le ayuden a ir practicando en aquellas áreas en las que se siente más inseguro en vez de evitarlas. Este proceso de auto-superación puede ser una importante fuente de motivación y autoestima.
- Es necesario que revises constantemente tu propio comportamiento y sistema de creencias, ya que modificar los esquemas mentales y eliminar los prejuicios aprendidos a lo largo de toda una vida es un proceso complejo.
- Enseñar tanto a los hijos como a las hijas las diferentes tareas del hogar, como cocinar, lavar los platos y el automóvil; cortar el césped, barrer y trapear, etcétera.
- Mantener una actitud positiva y de aliento al hacer los deberes del hogar.
- Elaborar una serie de reglas al interior de la casa que todos deban cumplir.
- Proyectar con justicia y equidad lo que se espera de los hijos de ambos sexos.
- Apoyar a los hijos e hijas en sus estudios y animarlos a que obtengan un título y a que desarrollen sus talentos.
- Enseñar tanto a los hijos como a las hijas las diferentes tareas del hogar, como cocinar, lavar los platos y el automóvil; cortar el césped, barrer y trapear, etcétera.
- Rotar las asignaciones de las tareas del hogar entre todos los integrantes de la familia.
- Mantener una actitud positiva y de aliento al hacer los deberes del hogar.
- Elaborar una serie de reglas al interior de la casa que todos deban cumplir.
- Proyectar con justicia y equidad lo que se espera de los hijos de ambos sexos.
- Apoyar a los hijos e hijas en sus estudios y animarlos a que obtengan un título y a que desarrollen sus talentos.
Algunos psicólogos especializados en violencia de género están convencidos de que la conducta de los maltratadores se puede revertir. Sin embargo, es imposible reeducar a aquellos que no tienen voluntad para ello y lo más conveniente es actuar a edades tempranas, promoviendo la educación con respeto y en igualdad.
La solución está en nuestras manos, y aunque cada uno aplicará los valores con los que fue creado y educado, la elección o no de practicar los valores donde el respeto sea prioridad no depende de la clase social o económica. Depende de cada uno de nosotrxs.
La clave está que desde la infancia se establezca una educación en valores, en derechos humanos y en igualdad entre hombres y mujeres, que no haya diferenciación de roles y estereotipos entre niños y niñas. La clave para erradicar la violencia de género es iniciar la prevención desde la infancia. A estas alturas donde la violencia contra las mujeres es interminable, y cada vez más extendida, es imprescindible enseñar a los más pequeños que los hombres deben respetar a las mujeres.
MUJERES:
Es importante que desde la niñez hasta que son mayores de edad, los hijos e hijas aprendan y desarrollen las habilidades necesarias para cuando llegue el momento de ser adultxs, de que sean responsables en lo tocante al funcionamiento de su propia casa y, al mismo tiempo, al mantener una relación equitativa y de solidaridad con los miembros de la familia que está formando.
Al combatir el machismo en el seno de la familia se contribuye a erradicarlo de la sociedad para hacer de éste un lugar en el que todas las personas, mujeres y hombres, puedan desarrollarse en un clima de respeto y equidad.
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FUENTES: