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lunes, 10 de marzo de 2014

MUJER Y DINERO: ¡Vieja el último!



Ayer hablaba con mis estudiantes normalistas a propósito del Día Internacional de la Mujer y de cuánto falta aún por cambiar. En ese intercambio de ideas, nos dimos cuenta del papel privilegiado que tiene la educación formal en la erradicación de esa inequidad que sufrimos las mujeres por el hecho el serlo. 

Una de mis alumnas, maestra en una escuela federal, comentaba que en una reunión de la Escuela para Padres, preguntó a las mamás “¿Qué es ser mujer?” y ellas nunca supieron qué responder; en cambio, a la pregunta de “¿Qué es ser hombre?”, inmediatamente contestaron que tenía que ver con ser muy valiente, activo, atrevido, mujeriego, agresivo y celoso. 

De cómo la escuela ayuda en la formación de los roles tradicionales de género
“¡Vieja el último!”, “¡No llore, parece vieja!”, “¡Pórtese como hombre!” “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”, “Mira, ese no “piropea” a las chavas, ha de ser puñal”... La maestra me regañó”, “ha de estar menopáusica, no le hagas caso” “¡Ay, qué delicada! ¿Qué, andas en tus días, o qué?”¿Quién, en México, no ha escuchado, o incluso, pronunciado tamañas agresiones hacia las mujeres? (Mujeres incluidas ¿eh?) Tal vez hayas notado las sexistas y muy ofensivas leyendas escritas en las paredes y puertas de los baños ¡DE MUJERES! La tan vejatoria palabra PUTA, objeto de la marcha del día de ayer en las principales ciudades de muchos países, empieza a usarse desde la escuela en contra de las mujeres a la menor provocación (por hombres y por mujeres).

¿Cuántas veces no nos hemos reído de estas expresiones? ¿Cuántas veces no hemos contado “chistes” sexistas que degradan a la mujer, su cuerpo y sus procesos? De hecho, todas estas manifestaciones de agresión hacia las mujeres las consideramos inocuas, “juego de niños” decimos. Sí, de niños en proceso de una socialización que les permitirá denigrar a las niñas y que, entre juego y juego, van normalizando, invisibilizando y naturalizando el trato ofensivo hacia las mujeres. En cuanto a ellas, se van acostumbrando a oír conceptos y adjetivos insultantes hacia todas las mujeres; tanto es así, que ellas mismas los emplean sin inmutarse, como si con ellas no fuera la cosa; como si con sólo sumarse a las agresiones hacia otras mujeres, ellas dieran testimonio de que son mujeres, pero no tan mujeres” ¡Ni lo mande Dios!”, diría una creyente, “Yo no soy como esas zorras”

¿Por qué exagerar, dicen muchas, si hasta mamá, la abuela y las tías hablan así de las mujeres? Debe ser normal, concluyen las niñas “¡Mujeres juntas, ni difuntas!”…si las mujeres nos diéramos cuenta de lo que estamos reproduciendo.

Los muchachos no salen tan bien librados de esta denigración hacia las mujeres ¿Cuánto sufrimiento vivido por muchachitos que no cubren el perfil de la masculinidad hegemónica y son llamados, por ello, “jotos”, “gays”, “homosexuales”, “maricones”, “puñales” o simplemente “¡viejas!”, además de las agresiones físicas de que son objeto?

Niños, jovencitos y adultos varones viven continuamente demostrando su masculinidad, no sea que los vayan a confundir con viejas. No es de extrañar, entonces, que el trato entre varones vaya de violento a muy violento pues el contacto físico entre ellos- de cualquier grupo de edad- está tácitamente prohibido, con excepción de los golpes, pues sólo a este nivel se permiten el contacto físico.

¿Qué nivel de autoestima se formará en millones de niñas que oyen con frecuencia que es infamante parecer mujer mientras que ser comparadas con hombres debe ser motivo de orgullo?

¿Cómo se irán formando esas niñas y adolescentes cuando se dan cuenta de que, en la escuela, a sus compañeros varones se les interrumpe menos cuando participan en la clase, se les da más tiempo en sus participaciones y que lo que ellos dicen se suele considerar de mayor importancia?

Hay estudios que demuestran que, cuando habla un varón, se establece con él mayor contacto visual, asimismo, se le da la palabra con mayor frecuencia y se le interrumpe menos que a una niña o a una joven. Lo anterior, según este estudio, es debido a que “los estereotipos arraigados en los y las docentes a menudo provocan reacciones diversas frente a niñas y niños que presentan estilos lingüísticos similares”. En otras palabras, misma conducta, diferente sexo, diferente interpretación y, por ende, distinta forma de tratarlos. Por supuesto, todo esto es inconsciente.

http://biblioteca.ajusco.upn.mx/pdf/20028.pdf Tesina sobre Currículum Oculto y Género. ... Revista de la UPN, Julio-septiembre 1989, volumen 6, número 19

Otras serían las circunstancias si, docentes con formación enfocada en la co-educación y, por ende, sensibles a estos paradigmas tradicionales, buscaran el fomento de dinámicas de género en el aula para crear una verdadera equidad. (Fuente: Dinámicas de género en el aula http://www.educacionsinfronteras.org/files/741135)

“Hombres y mujeres, en cuanto nacen, tienen asignado un papel en función de su sexo…mujeres y hombres se convierten en actrices y actores en cuanto nacen y, según interpreten mejor o peor ese papel asignado en el gran teatro del mundo, el público (la sociedad) les aplaudirá o censurará” Nuria Varela.

¿Natura o cultura?
La familia y la escuela son dos importantísimos espacios mediatizadores de la cultura, por ende, es a docentes, padres y madres a quienes corresponde trabajar en el proceso de socialización de niñas y niños. Es en esos espacios donde se les enseña lo que es un hombre y una mujer en una cultura dada. Es, en palabras de Marta Lamas “La construcción cultural de la diferencia sexual”

Todas esas creencias acerca de lo que es ser niña o niño se aprenden en casa y en la escuela. Al sexo con el que se nace, se le “viste” de género y se espera que la persona en formación se comporte, piense y sienta de una determinada manera. Después de años de socialización para asumir la masculinidad hegemónica o la femineidad suave y pasiva, se naturaliza lo que es cultural, es decir, se cree que las niñas son suaves, simples, tontas, sentimentales o, de plano, sensibleras, chismosa y mal intencionadas por naturaleza mientras que los varones son activos, agresivos y emprendedores, inteligentes por la misma razón, sin darnos cuenta que es la cultura misma la que va moldeando a los seres humanos.

En las culturas androcéntricas y patriarcales se devalúa a la mujer y a todo lo femenino; además, se las considera propiedad de los hombres, de todos los hombres de dicha cultura, en especial, sus cuerpos y todos sus procesos; no es de extrañar que se las maltrate y que ese maltrato se vea como normal: “algo habrán hecho…”

“Guarden a sus gallinas que mi gallo anda suelto”

Esta frase, que se dice en tono festivo hasta en las películas, me parece especialmente peligrosa pues transfiere la responsabilidad a las mujeres en caso de ser violadas, ya que parte del supuesto de que el hombre no puede controlar sus impulsos sexuales; luego entonces, él no es responsable si una mujer “lo provoca” con su conducta o su vestimenta.

Ya sabemos que la violencia contra la población femenina es el delito más sistemático, frecuente e impune que se ejerce contra ellas por el mero hecho de ser mujeres. Por este motivo, es importante reflexionar hasta qué punto la escuela, una de las instancias socializadoras y mediatizadoras de los valores culturales, perpetúa, legitima, normaliza e invisibiliza todos los tipos de violencia contra las mujeres mediante el trato diferenciado que da el personal docente, generalmente sin darse cuenta, a sus estudiantes en función de su sexo.

Intento favorecer la identificación de la construcción del género, así como del fenómeno COG (Currículum Oculto de Género) y proponer una verdadera Co-educación, para enseñar formas más humanas, pacíficas y más democráticas de vivir. Espacios escolares en los que las mujeres tengan, realmente, las mismas oportunidades que los hombres. Que el profesorado y quienes tienen el poder de diseñar los contenidos de los programas, tomen consciencia para que ayudemos a que las niñas y niños sepan no sólo que dos más dos, son cuatro, sino que les enseñemos mejores modelos de ser mujeres y hombres en un mundo que hoy, más que nunca, necesita de la cooperación y de la horizontalidad en las relaciones.

Violencia en el noviazgo
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2011 –levantada en 128 mil viviendas, cuatro mil hogares de cada entidad federativa de México– Maldonado Escalante informó que el porcentaje de mujeres de 15 años o más a nivel nacional según incidencia de violencia hacia ellas por parte de su pareja en los últimos 12 meses arrojó que de un total de 39 millones 222 mil 45 mujeres, 25 por ciento (9 millones 828 mil 498) reportó tener incidentes de violencia.

En las escuelas vemos cada vez más adolescentes violentadas por sus parejas; más madres-niñas que lo fueron como producto de una violación o que fueron abandonadas por sus parejas y que padecen, por tanto, violencia económica.

La violencia contra las mujeres se sustenta en relaciones de desigualdad y asimetría de poder presentes, no sólo en el ámbito privado de la familia, sino también en las escuelas.

¿Por dónde empezar?
Al parecer, nadie quiere hacerse cargo pues he escuchado a docentes zafarse de su responsabilidad formadora, culpando a las madres de la situación de todas las mujeres pues “son ellas – las madres – quienes educan a sus hijas e hijos”, como si ellas hubiesen tenido qué ver en la creación de este paradigma androcéntrico.

Es cierto, son las mujeres las que educan; no obstante, no hay premeditación. Las mujeres educan a hijas e hijos para vivir en una cultura androcéntrica que devalúa todo lo femenino porque no tienen conciencia de ello: repiten los patrones generación tras generación sin cuestionarse nada. Somos las y los docentes quienes debemos, primero, adquirir una formación con perspectiva de género para, luego, apoyar no sólo al alumnado sino a madres y padres a través de pláticas, talleres, cursos, tal como se dan los Talleres Para Padres. Se trata de desaprender paradigmas injustos por desiguales para construir otros más equitativos.

Debemos desmontar todas las creencias y prejuicios que se tienen sobre las mujeres empezando, como dije antes, por la formación del profesorado, el diseño curricular, la modificación de libros de texto que, si nos fijamos bien, fomentan esas divisiones al presentar más niños que niñas en sus ilustraciones, al dar más primeros planos a los varones. Los libros hablan, mayoritariamente de hombres, sus hazañas y saberes provocando que la mitad de la humanidad no esté representada en La Historia, con mayúsculas ni en ningún otro campo del saber “del hombre”

El Currículum Oculto de Género (COG)
El sistema escolar ejerce un papel decisivo, ya que define el currículum, el recorrido que ha de seguir la población durante un período importante de su vida. Y este currículum no es neutral pues responde a una ideología y a una visión del mundo en un momento y en un lugar dado. La variable género afecta, también, a las investigaciones sobre el currículo que no pueden, por tanto, ser consideradas objetivas en sentido estricto, como no lo es ningún campo de la ciencia.

Según Francisco Cisterna Cabrera, el concepto de Currículum Oculto se oficializa en la década de 1960 a partir de los trabajos desarrollados por el pedagogo Philip W Jackson. Pone al descubierto para la teoría educativa y curricular, un conjunto de fenómenos educativos que tienen como característica especial el ser implícito y desarrollarse simultáneamente con los procesos abiertos de escolarización.

En el desarrollo del estudio del COG tuvieron mucho qué ver las feministas de los años 80, que se cuestionaban si la educación era, en verdad, liberadora o si reproducía patrones de opresión.

Según Sherry B Ortner, “El estudio de género es, de suyo, un estudio de relaciones asimétricas de poder” Las feministas se dieron cuenta de que ese poder era generado en la escuela misma. Se analizaron las prácticas al interior del salón de clases con la finalidad de indagar si la educación estaba dando el mismo apoyo y las mismas herramientas a mujeres y hombres. En dichas observaciones se encontró, como ya mencioné anteriormente, que se transmitían actitudes y estereotipos con sesgos sexistas y formas de discurso que refuerzan las desigualdades.



La Coeducación Como Una Alternativa Real y Viable Para Erradicar el Sexismo y la Violencia Hacia las Mujeres y Niñas. 

«Por coeducación se entiende la propuesta pedagógica actual para dar respuesta a la reivindicación de la igualdad realizada por la teoría feminista, que propone una reformulación del modelo de transmisión del conocimiento y de las ideas desde una perspectiva de género en los espacios de socialización destinados a la formación y el aprendizaje.» Fuente: Guía de Coeducación. Síntesis sobre la Educación para la Igualdad de oportunidades entre Mujeres y Hombres. Instituto de la Mujer. Madrid, España.

Se trata de erradicar una educación reproductora de las diferencias en virtud del sexo del alumnado. Propone nuevas medidas de diseño curricular e intervenciones pedagógicas. Se trata, también, de introducir una visión sociológica de la educación con el fin de visibilizar las diferencias en el trato con base en el sexo, así como las conductas y creencias del profesorado que reproducen esta inequidad. Se trata de eliminar la jerarquía de géneros en la escuela como una forma de erradicar la violencia de los hombres hacia las mujeres pues, si se les educa verdaderamente como iguales, respetando sus características, la violencia hacia las mujeres irá desapareciendo.

CONCLUSIÓN
Es necesario tener la información suficiente en torno a la violencia hacia las mujeres y verla como lo que es: un problema multifactorial que comprende creencias, mitos, prejuicios sexistas, y es, también, un problema de salud pública.

Es esencial que el profesorado tenga un conocimiento amplio y profundo de la sociología de la educación así como de la perspectiva de género como enfoque para analizar y, en su caso, reconocer a la educación como un muy importante mediatizador de la cultura que puede perpetuar prácticas sexistas y tendentes a reproducir la opresión de un grupo sobre otro con base en las diferencias sexuales.

En las escuelas normales debe haber materias que sensibilicen en este delicado aspecto a todas las personas que aspiren a convertirse en docentes. En cuanto a nuestra entidad, hay que insistir al Magisterio Queretano para que participe en las acciones del PREVIOLEM (Programa de Capacitación al Magisterio para Prevenir la Violencia hacia las Mujeres), desde los Centros de Maestros y en todos los niveles educativos de la USEBEQ



Feliz semana,
Mercedes
mercedes.mujerydinero@gmail.com

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