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lunes, 29 de julio de 2013

MUJER Y DINERO: Madonna, mi matrimonio, Chava Flores y mi sueldo a fin de mes




De manera tradicional, “tod@s sabemos” que el dinero lo maneja el hombre porque “es mejor administrador”.


Esto, si bien ha provocado problemas siempre, no era tan grave en generaciones anteriores debido a que mujeres y hombres estaban, por igual, socializados para aceptar como “natural” que fuera el hombre y NUNCA la mujer, quien manejase el dinero “¡Faltaba más, para eso soy el hombre!”: ni se cuestionaba…¿por qué?, bueno, ..dinero es poder, ¡recuérdalo!



Tiempos aquellos cuando las mujeres, generalmente, tenían un trabajo remunerado MMC (mientas me caso) y, al casarse, se dedicaban al trabajo no remunerado de ama de casa. Trabajaban todo el día por y para el resto de la familia, pero no cobraban ni un peso porque como “el amor no tiene precio”… recibir remuneración por ese tipo trabajo, lograría que la sociedad entere la calificara de - como dice la canción de Chava Flores - “…eres una interesada”. 



Al no contar con dinero propio, el ama de casa debía consultar cualquier tipo de gasto que saliera de la cantidad estipulada (por el esposo, generalmente) para solventar las necesidades de la familia. Lamentablemente, las necesidades y gastos personales de la esposa no solían estar contemplados (como si al casarse se volvieran espíritus) lo que provocaba no pocas discusiones, humillantes negociaciones y estiras-y-aflojas porque “¡es que necesito medias!”; sin embargo, como el ama de casa no ganaba dinero, creía – cree - que no tenía derecho a exigir cierta cantidad para sus gastos personales, ya no digamos para ahorrar e invertir de manera personal.



El esposo, por el contrario, no se consideraba – ni se considera, actualmente - obligado a dar explicaciones acerca de los gastos que realizaba con el dinero de la sociedad conyugal: “el que paga, manda”, dice el refrán y, como en aquellos ayeres los hombres solían ser los únicos que tenían un trabajo remunerado, no suponían que tuvieran que dar explicaciones a nadie acerca del uso que hacían de SU dinero (y cuidadito conque la susodicha quisiera trabajar para comprarse sus chuchulucos porque el señor se ofendía: “¿¡Te falta algo?! ¿Qué van a decir los demás, que no te puedo mantener?” “El deber de toda buena esposa es avenirse a lo que su marido puede darle y conformarse con eso”…y así, conculcaban olímpicamente el derecho de las mujeres a tener recursos propios – y, por ende, cierta libertad de decisión y movimiento…lo que a nuestro personaje no le gustaba nadita).



La situación se agrava hoy en día, pues a pesar de que tanto mujeres como hombres suelen trabajan fuera de casa y las condiciones sociales, laborales y económicas han cambiado radicalmente, el viejo modelo sigue aplicándose, en muchos casos, a pie juntillas (la esposa, al regresar cansada de la oficina, sigue cumpliendo con las actividades “para las que fue creada…”, después de entregar, por supuesto, su cheque al Señor de la Casa que es quien sabe administrarlo mejor y como seguimos sintiendo culpa por trabajar y descuidar “nuestras obligaciones”…pues ahí seguimos, con la doble jornada y, encima, regalando nuestros recursos y…perpetuando injusticias).



Muchas esposas, no obstante ser algunas de ellas, mujeres con puestos ejecutivos, chicas sofisticadas y aparentemente liberadas, no cuestionan los viejos modelos de manejo del dinero dentro del matrimonio del siglo XXI y siguen obedeciendo aquella máxima machista nunca explicitada pero siempre obedecida de que “Lo tuyo, es mío y lo mío, es mío”… hasta que la situación llega a un punto en que el desequilibrio y los abusos de confianza pueden provocar la ruptura temporal o definitiva de la unión (dejando a la mujer, casi siempre, en una muy precaria situación financiera y con la desventaja de que no sabe manejar el dinero)



“Gastar el dinero de manera irresponsable aumenta de forma clara las posibilidades de divorcio o separación”, señalan diversos estudios, y dan consejos acerca de cómo deben ponerse de acuerdo los miembros de la pareja para manejar las finanzas de manera equitativa y justa. El problema es que, a los expertos, se les escapa un detallito: hablan de las negociaciones para manejar el dinero conyugal como si se tratase de dos miembros en igualdad de condiciones y poder dentro del matrimonio, cuando, en los hechos, y por el sutil influjo de la cultura, sabemos quién detenta el poder dentro de la pareja y, por ende, los resultados de “las pláticas” no suelen ser muy equilibrados que digamos. Y los expertos en finanzas no lo dicen porque no tienen consciencia de esas sutiles diferencias de género: ni en cuenta las toman. Es por ello que desconocen que,en muchos casos, esas discusiones “civilizadas” logran bien poco a la larga pues son las creencias y paradigmas de lo que es y hace un hombre y una mujer en relación con el dinero, lo que impide que haya cambios de fondo y duraderos. 



Bueno, y ahora ¿Qué hago? Te preguntarás. “Me quiero casar con mi novio que es, en general, un buen chico” “¿Tendré que hablar de dinero con él? ¡Horror! ¡Me da vergüenza!” “¡Va a decir que no le tengo confianza!”, “¡Va a pensar que soy una interesada, manipuladora!”. ¿Tendré que hacer como Madonna y otras divas y redactar un acuerdo prenupcial aunque apenas salve el mes?”



¡Pues, sí!Debes abordar y negociar este delicadísimo tema de las finanzas de la misma manera como hablan, de si a ti te gusta el color morado y a él el anaranjado, y de si a ti te gusta la música clásica y a él el jazz, de los bocadillos que se servirán el día de la boda… y de tantas cosas que hablamos durante el noviazgo.



No puedes dejar de hablar de este tema: es esencial discutir ANTES DE QUE TE CASES cómo se van a manejar las finanzas y cerciorarte de que tú tendrás una participación activa y equitativa en ese delicado rubro. 



Los acuerdos prenupciales se encuentran legalmente definidos en el Código Civil Federal en México.



Pero “¿Y si ya estoy casada (y con algunos problemillas por el manejo del dinero)?” 



Amiga mía, ármate de valor e invítalo a tomar un café. Háblale de cómo te hace sentir el hecho de no poder disponer de recursos propios y acuerden dividir los ingresos de ambos en algunos rubros. Te sugiero los siguientes:



1. Primero que nada, tienes derecho a saber cuánto gana, así como él debe tener la misma información de ti y, una vez teniendo esa importante información a mano, deberán dividir sus recursos para satisfacer diversas necesidades del hogar.



2. Debe haber un fondo común para solventar los gastos de la casa: agua, luz, colegiaturas si ya hay hij@s y están en escuelas particulares, el súper, etc.



3. Considerar un porcentaje para el ahorro (sugiero, si las finanzas de los dos se los permiten, que sea un 10% del dinero común para proyectos familiares y matrimoniales a futuro: una casa, un auto, un viaje largo)



4. Invertir los ahorros pues estos van perdiendo valor. Acudan juntos a visitar a un especialista.



5. Empiecen a cuidar a los viejitos que serán y busquen un plan de jubilación



6. Guarden una parte del dinero para que cada uno lo gaste – o lo ahorre o lo invierta – como mejor le parezca y del cual no tengan que dar explicaciones. Esto evita la dependencia económica; permite que sigan viéndose como individuos adultos. No importa si sólo son 100 pesos al mes, pero que sean de cada uno y de nadie más. Da igual si te lo gastas en “trapos”, chicles o lo ahorras (para ti). Este es el concepto que, quienes saben cómo manejar el dinero, llaman “pagarse a sí mism@”. 



Déjame que te cuente que este tipo de acuerdos – como los prenupciales – también pueden celebrarse si ya estás casada. Ante un notario se puede estipular cómo quieres que se manejen los bienes, en especial si tu esposo no es muy buen administrador que digamos y puede hacer peligrar las finanzas del matrimonio y dejarte embarcada con sinfín de deudas.



También puedes solicitarlo cuando tu esposo administra sin tu consentimiento expreso; cuando hace cesión de bienes pertenecientes a la sociedad conyugal, a sus acreedores… créeme, te puede salvar de gravísimos y dolorosísimos problemas.


No es que seas interesada o desconfiada ni que quieras imitar a esas divas “desalmadas y calculadoras”: quiérelo, consiéntelo, confía en él, pero la primera persona a quien tienes el deber de amar, consentir, cuidar y proteger es a la que está leyendo este artículo. 


Y, si durante la convivencia te das cuenta que “mejor no le bajas el sol ni la luna ni la estrella” porque el interesado es él, al menos habrás puesto a salvo lo que te permitirá levantar el vuelo sin los peligros de pasar hambres y desprotección por un buen tiempo. 



Un abrazo,


Mercedes


((()))

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